La música como arma contra el miedo
Ariana Grande lleva al Palau Sant Jordi su emoción, su voz y sus ritmos pegadizos
Ariana Grande cumplió anoche una nueva etapa en su particular cruzada contra el terrorismo, ofreciendo su anunciado concierto barcelonés en un Palau Sant Jordi ansioso por encontrarse con su diva y corear sus simples y tarareables canciones.
La cantante de Florida ofreció un concierto emotivo por las circunstancias en las que se ha visto rodeada desde aquella trágica noche del pasado 22 de mayo, cuando una bomba segó la vida de 22 seguidores que habían asistido al recital que acababa de ofrecer en Manchester. Desde aquella velada, la popstar ha intentado volver a la normalidad como mínimo a la hora de cumplir con parte del tramo europeo de su gira Dangerous woman. Venía de ofrecer dos fechas francesas y, hace un par de noches, concierto triunfal en Lisboa. Antes había cancelado sus compromisos en Londres, Bélgica, Alemania, Polonia y Suiza.
La hinchada estaba expectante por recibir adecuadamente a su heroína, que había llegado a la ciudad la tarde anterior desde la capital lusitana con su nutrido equipo de acompañamiento. Expectante pero no masiva, ya que de un aforo oficial de 13.500 localidades se vendieron en torno a 12.000. Un público que fue llegando paulatinamente, con mucha antelación, para evitar las colas y aglomeraciones ocasionadas por los controles de seguridad, controles que, por cierto, no fueron más numerosos ni exigentes que en ocasiones recientes. Es decir, eficaces.
El concierto de anoche estuvo, pues, enmarcado por esta expectación extramusical, que ella no dudó en recordar con una versión, sentida y emotiva, de Over the
rainbow, rindiendo homenaje a las víctimas del luctuoso acto terrorista.
Un concierto que musicalmente no deparó ninguna sorpresa ni novedad, pero que al menos hizo olvidar su anterior visita a Barcelona, hace exactamente dos años, en idéntico espacio y en el marco del Honeymoon tour. Y perdido ya en la memoria por su intrascendencia. Algo ha mejorado, sin duda, la veinteañera estrella.
ARRANQUE CON RETRASO La ‘star’ apareció con tres cuartos de hora de retraso ante un público infantil y adolescente
La diva de 23 años apareció ayer con tres cuartos de hora de retraso en un espacio más bien básico después de un interminable precalentamiento egocéntrico con imágenes suyas en la única pantalla del escenario. Un muy amplio escenario con la ya típica prolongación frontal; aparte de eso, la escenografía desplegada fue estrictamente funcional, con un fondo de escenario que hacía de pantalla gigante, donde cabía de todo. Sobre el apartado luminotécnico recayó el peso de la cuestión escenográfica, que tuvo algún tópico evitable como la lluvia desde el techo de unos cuantos globos rosados cuando interpretó Sometimes.
El griterío ensordecedor del público –mayoritariamente adolescente/infantil, con un pelotón de madres y padres también obligadamente presentes– se convirtió en realidad cuando emergió la voluntariosa cantante, ataviada con un cortito vestido negro, collar de diamantes y tacones de vértigo, arropada por un nutrido cuerpo de bailarines gimnásticos. La música, poco matizada y con preponderancia de los grooves, estuvo suministrada por un cuarteto que hasta casi la mitad de la función no emergió de las penumbras. Hasta entonces, todo parecía grabado. Se abalanzó, pues, sobre el primer corte de la noche, Be alright, incluido en el álbum Dangerous woman, que da nombre al tour, al que siguieron Everyday, Bad decisions, Let me love you o Side to side. Y es que, tras aquel arranque, Grande dio vida a una veintena más de temas, habló tirando a poco, y fue pasando, eso sí, de un look a otro hasta en cuatro ocasiones. Se centró mayoritariamente en su último disco, lo que no fue óbice para que recordara cortes más clásicos como Focus, Bang
bang, Break free o Problem. Yalas once de la noche, en fin, la pantalla se oscureció en tonos rosados con un símbolo que unía las orejas de conejita, símbolo de su último álbum, y un lazo de luto, con fondo sonoro de órgano, mientras ella daba vida a la gloriosa Over
the rainbow. Un recordatorio bello y un magnífico remedio para espantar al miedo.