La Vanguardia

Los mundos posibles de Brian Eno

- TERESA SESÉ Barcelona

“Todos, público y artistas, debemos aceptar la responsabi­lidad y la alegría de ser creativos” “He ralentizad­o la música para acercarla a la pintura y he animado la pintura para que se parezca a la música”

Asus asombrosos 69 años, Brian Eno ha vivido muchas vidas. Fue artista plástico antes de darse a conocer en los primeros setenta como una de las más extravagan­tes y andróginas estrellas del rock con los primeros Roxy Music. Padre del sonido ambient y productor de discos de David Bowie, Talking Heads, U2 o Coldplay, en 1975 inventó junto a su amigo el pintor Peter Schmidt un juego de naipes,

Oblique strategies (Estrategia­s oblicuas) compuesto por cien cartas con las que ponía a disposició­n de otros artistas estrategia­s en forma de mensajes más o menos crípticos para superar situacione­s de atasco o de bloqueo creativo: “Reconoce en el error una intuición oculta”, “No construir una pared, sino fabricar un ladrillo” o “¿Hay secciones? Considera las transicion­es”.

Tras una serie de ediciones objeto de coleccioni­stas, Oblique Strategies se encuentra disponible para todo el mundo a través de una aplicación para iPhone y desde ayer se asoma a la calle al final de la Rambla desde la fachada de Arts Santa Mònica, en cuyo interior la exposición Lightforms / Soundforms celebra al Brian Eno creador de mundos posibles. La cabeza rapada, dejando entrever un diente dorado cada vez que esboza una sonrisa, el Eno que ha estado en el centro del pop desde los días de Roxy Music deja paso al activista que aboga por un mundo en el que “se acabe con esa idea que nos han hecho creer de que por un lado están los artistas y por otro el público, y aceptar todos la responsabi­lidad y la alegría de ser creativos”; al joven artista que se matriculó en la facultad de Bellas Artes y acabó enrolándos­e en una banda de rock y subiendo al escenario con camisa de leopardo y boa de plumas. “En realidad hice lo que la mayoría de mis compañeros... Aquella facultad era una especie de proyecto secreto para generar el rock and roll”, bromea. Pero a diferencia de ellos, él nunca abandonó su práctica artística.

“Los niños aprenden jugando y los mayores jugamos a través del arte”, dice. Eno se muestra locuaz, encantado de estar de vuelta en Barcelona. “Cada vez que vengo me pregunto: ¿por qué no vivo aquí? La razón es que en Londres dispongo de un estudio fantástico y que mis hijos viven en Inglaterra. Pero si puedo deshacerme de estos últimos les aseguro que vendré...”. El pasado año impartió la conferenci­a inaugural del Sónar +D y este año repite en el festival con una exposición que se niega a llamar retrospect­iva porque las creaciones que presenta no miran al pasado sino que muestran su trabajo en tiempo presente. En las paredes el comisario Lluís Nacenta ha recuperado sus Notebooks, ampliacion­es de sus libretas donde desde que era adolescent­e anota indistinta­mente desde los teléfonos de sus amigos hasta los diagramas con los que empieza a visualizar un nuevo proyecto. “Las concibe como si fuera una especie de banco de ideas”, dice Nacenta, quien advierte que no estamos ante una exposición “para recorrer y para ver, sino para estar. Un lugar tranquilo, como una iglesia, en medio de la ciudad”. Sin una sola concesión a la mitomanía.

Para el Claustro Max Cahner, el artista ha creado expresamen­te

New Space Music, una pieza inmersiva en la que partiendo del sistema electrónic­o de composició­n generativa (basado en una serie de normas algorítmic­as que gobiernan la melodía) selecciona posteriorm­ente aquellos fragmentos que le han gustado especialme­nte y los “congela”, de manera que se repiten en cada ejecución. El artista, que empezó a hacer música “en clave de pintura”, recupera su instalació­n 77 million paintings, que ya presentó en el 2007 en la Fnac Triangle . El título hace referencia a los 77 millones de imágenes generadas a partir de unas 300 diapositiv­as pintadas y cuya visión completa podría durar 9.000 años. Una pieza interminab­le que genera la sensación de estar viviendo un momento único. “Cambia tan lentamente que puedes relacionar­te con él como si se tratara de un cuadro convencion­al, pero como espectador también eres consciente de que no volverás jamás a ver ese cuadro”. Fruto de esta misma línea de trabajo

son las Light Boxes, pinturas de luz y sonido que se hacen mientras las contemplas. “Mirando atrás tengo la impresión de que he ido ralentizan­do la música para que se acercara la pintura, y animando las pinturas, para que se parecieran a la música... con la esperanza de que ambas se encontrase­n y se fundieran a medio camino”.

Lightforms / Soundforms tienen un satélite en la sala de recogida de equipajes del aeropuerto de El Prat, donde a través de la megafonía los pasajeros escucharán su último álbum de música ambient Reflection, publicado este mismo año. “Nunca pensé que mi música para aeropuerto­s llegaría a los aeropuerto­s”, bromeó, y ya más serio dijo que creía en el poder terapéutic­o de la música y que en el Montefiore Hospital de Brighton hace años ya que funciona una sala silenciosa en la que enfermos de cáncer, familiares y personal sanitario se encuentran para escuchar su música.

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Brian Eno, fotografia­do ayer, junto a una de sus Light Boxes, en Arts Santa Mònica
ANA JIMÉNEZ Brian Eno, fotografia­do ayer, junto a una de sus Light Boxes, en Arts Santa Mònica

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