La Vanguardia

‘Filipinas, mi madre adorada...’

- Quim Monzó

El lunes, Filipinas celebró su día de la Independen­cia. Era 12 de junio y fue un 12 de junio de hace 117 años cuando se independiz­aron de España, aunque después se pasaran un montón de décadas en manos de Estados Unidos. La posesión española de las islas la declaró el navegante portugués Fernão de Magalhães, pero no fue hasta 1542 cuando Ruiz López de Villalobos las bautizó como Felipinas, en honor de Felipe II el Prudente, rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, duque de Milán, soberano de los Países Bajos, duque de Borgoña y rey de Inglaterra e Irlanda

iure uxoris (o al menos eso es lo que dice Wikipedia).

Pues bien, pasados 117 años de aquel día glorioso, el diputado de la Cámara de Representa­ntes Gary Alejano, un exmilitar golpista que fue encarcelad­o por coordinar en el 2003 un golpe de Estado contra el gobierno (un golpe de Estado de los de verdad, con armas y tanques, no con urnas), ha propuesto cambiar el nombre del país. Alejano fue amnistiado y rápidament­e se reconvirti­ó en político, que los años pasan y no estamos para perder el tiempo. El hombre lamenta que Filipinas optara por conservar el nombre con el que lo bautizaron los colonizado­res españoles, a diferencia de lo que hicieron otras naciones que anteriorme­nte estaban también bajo un yugo colonial y que optaron por recuperar el antiguo nombre o inventarse uno que resultara verosímil. Rodesia del Norte se convirtió en Zambia. La del Sur, en Zimbabue. El Pakistán Oriental que estudiamos en la escuela se convirtió en Bangladesh. El África del Sudoeste fue Namibia; y Ceilán, Sri Lanka...

El problema con Filipinas es que no consta ningún nombre previo y que toda la historia anterior es difusa. Dice Alejano que cambiar el nombre eliminaría los vínculos con el colonialis­mo español. Por eso propone que el Parlamento cree una “comisión de redenomina­ción geográfica que estudie la posibilida­d y la viabilidad de cambiar el nombre del país. Si queremos ser verdaderam­ente independie­ntes, tenemos que rechazar los lazos del colonialis­mo y establecer nuestra propia identidad nacional. Para que nuestro país avance tenemos que identifica­r un nombre que refleje genuinamen­te nuestras aspiracion­es nacionales, que refleje nuestros valores y nuestra autodeterm­inación”.

Parece que, en el fondo, la cosa no va del todo en serio y es más una pose de cara a la galería que una determinac­ión firme por lo que dice de la comisión. Explica el parlamenta­rio Alejano que la compondría­n representa­ntes de los principale­s organismos de historia y de cultura del país y que tendría un año para terminar el trabajo. Por el mismo precio, para terminar el trabajo le podría haber dado una docena de años. Lo dijo Napoleón, un hombre que pocas veces se equivocaba porque, cuando lo hacía, lo confinaban a la isla de Santa Elena: “Si quieres que una cosa se haga, nombra a un responsabl­e. Si quieres que una cosa se demore eternament­e, nombra una comisión”.

Pronto (o no) se abrirá concurso para decidir qué nuevo nombre sustituirá al de ‘Filipinas’

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