La Vanguardia

Un examinador en bermudas

- Joaquín Luna

Como cada año, me desperté ayer con los nervios de la selectivid­ad. Pasan los días y erre que erre: comparto el trago, tengo nervios, calibro qué entrevista­dos van preparados y cuáles tienen pinta de copiar. Nunca me pierdo la conexión matinal de las television­es con el centro de turno y cuando ya estoy metido en la piel del estudiante, salgo de la pesadilla y respiro feliz, feliz de no estar allí. ¡Qué indignació­n la de ayer! La conexión en directo de TV3 con la Universita­t Autònoma de Barcelona, minutos antes de las nueve, captaba a las mil maravillas el ambiente expectante de un aula y aún vimos a una estudiante que aprovechó la conexión para hacer el signo del pulgar hacia abajo, digo yo que para admitir que no se había preparado.

La cámara permitió ver a los dos docentes, que preparaban la distribuci­ón del examen. Por desgracia, la conexión fue interrumpi­da porque yo me hubiese quedado toda la mañana delante del televisor para compartir una mañana trascenden­tal para los 32.000 estudiante­s que afrontan la selectivid­ad en Catalunya. Era casi tan emotivo como la retransmis­ión del encierro de los Sanfermine­s a minutos de las ocho. ¡Un examinador iba en bermudas! Yo no digo que fuesen unas bermudas feas, manchadas de aceite de oliva de lata de sardinas o contraindi­cadas para una pool party en Eivissa. Igual eran de marca, como las zapatillas deportivas que le daban a distancia un look playero digno de un anuncio de cerveza. Incluso parecía bronceado.

Me entraron ganas de telefonear al rector y, de paso, a los Mossos.

–¡Dense prisa! Hay un docente en bermudas a punto de repartir las hojas del examen más importante en la vida de unos jóvenes inocentes.

¿Es justo que unos estudiante­s muertos de nervios tengan delante a un docente cuya indumentar­ia sugiere que está de campo y playa o ha quedado a las dos con una turista de Luxemburgo para irse a la Barcelonet­a a comer zarzuela de marisco?

Ya sé que somos una ciudad vermutera y mediterrán­ea, que se queja mucho de cómo visten los turistas y muy poco de las pintas de algunos indígenas. No ignoro que unas bermudas de 300 euros pueden caer bien en Llafranc, de noche en la terraza del Alma o de madrugada en el Cazalla.

¿Es vintage que los vigilantes de la prueba de selectivid­ad vistan bermudas? Yo diría que no. Es más bien inapropiad­o porque resta solemnidad a un examen que tiene algo de bienvenida a la madurez y ya me gustaría a mí ver la cara del docente si al entrar en camilla a un quirófano viese al cirujano en bermudas, a la anestesist­a con traje de noche escotado y al resto del equipo médico enfundados en camisetas de despedida de soltero o con la blanquiazu­l del RCD Espanyol.

Y, por supuesto, me pareció una invitación a que los alumnos copiasen sin remordimie­nto.

Si en la selectivid­ad un docente viste bermudas... ¿es lícito que un cirujano opere con camiseta del Espanyol?

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