Entre catáforas y ‘cabòries’ anda el juego
Los estudiantes salen satisfechos de la prueba de castellano y catalán
Que saliera catáfora en el examen de castellano de ayer, una suerte de anticipación literaria, estaba casi cantado. Salió ya en las pruebas de acceso a la universidad (PAU) del curso 2015 y en las aulas se había machacado su significado. Los profesores decían sottovoce que este año tenía que ser fácil por razones morales. He aquí su explicación. Aunque el Govern sostuvo, frente al viento y marea de la Lomce, que en Catalunya se mantendrían las PAU pasase lo que pasase, lo cierto es que el año ha sido movidito con las idas y venidas del modelo de reválidas.
Y la Administración catalana no había reunido, como era usual, a los docentes en el mes de octubre para evaluar los resultados de los ejercicios del 2016 y contar las novedades del 2017. Hasta mayo, acabado el curso, no se produjo tal reunión. Por tanto, esto anticipaba, casi catafóricamente, un examen nada difícil.
Los alumnos salieron contentos de las aulas de la facultad de Biología de la UB. “¡Qué fácil, más de lo que pensaba!”, exclamaban. Afrontaron castellano y en el texto de José María Merino, El oro de los
sueños, aparecía una catáfora que bien encontrada equivalía a un punto. La pregunta estaba en la opción A que la mayoría escogió descartando el modelo B con un artículo de Gonzalo Torné sobre nuevas tecnologías y turismo, y que pedía describir los textos administrativos y jurídicos.
En catalán, sin embargo, predominó la segunda opción. “La pila de la B casi se caía de lo alta que era”, se fijó un chaval al dejar el examen. “Yo he empezado a leer y he visto el texto de Incerta glòria, de Joan Sales, y que tenía que explicar la época histórica de Bearn o la
sala de nines, y ya me he ido directo a la opción B”, comentaba otro. Los profesores asentían. “Sí, era más sencilla la B”. Los sinónimos, las preguntas sobre las lecturas obligatorias... “¿Y lo de las palomas en
La plaça del Diamant ? Si te la habías leído era muy fácil”. Quizás destacaron como más
difícil la parte común del examen, que, entre otros requerimientos, pedía algunas formas verbales de los verbos complaure, collir, jeure y rebre.
“Y lo de cabòria? ¿Qué es eso? ¿Cómo se pone s’en caboria o s’encabòria?”. Había dudas también sobre si la respuesta correcta a blanquear era emblanquir o emblanquinejar. Las correcciones indican que hay varias acepciones: emblanquir, emblanquinar, blanquejar o esblanqueir.
El texto que comentar de la opción B encendió, repentinamente, una curiosa discusión en el patio exterior. Se trataba de un texto sobre la igualdad de la mujer en la universidad escrito por Ana Lluch en Mètode. “Era más fácil, pero qué pesados con este tema...”, señalaba fastidiado Gabriel. “Tenías que argumentar por qué la mujer está en desigualdad de condiciones”, explicaba Mara, “y era tirado porque eso se ve en mil cosas”. “Pues yo no he podido argumentar casi nada, sólo que cobran menos..., es que veo mucha igualdad”, indicó Marc. Y le cayó una lluvia de ejemplos de discriminaciones con voces femeninas: que si los padres no te dejan salir si no vuelves acompañada, que no se puede conciliar la vida laboral y familiar y pringa la mujer, que los trabajos menos valorados son para ellas y no ascienden a cargos altos, que la publicidad las maltrata y la violencia de género se ceba en ellas...
“Tíos, yo he escogido la opción A”, interrumpió Lluís al llegar al grupo. “¿La A? ¿Por qué la A?”, preguntó una chica sorprendida. “Porque es un machista”, zanjó Jordi, colega de Marc.
LENGUA CASTELLANA Los alumnos evitaron la pregunta sobre la descripción de textos jurídicos LENGUA CATALANA El texto sobre la igualdad de géneros triunfó frente a ‘Incerta glòria’