La Vanguardia

El mundo en el teatro

Màfia Idea original: Bàrbara Mestanza Lugar y fecha: Sala Atrium (hasta el 18/VI)

- JOAN-ANTON BENACH

Ayer se conoció la nueva temporada del Teatre Lliure, en que destaca el retorno de Calixto Bieito, la Medea de Emma Vilarasau, la presencia de espectácul­os circenses o el foco puesto en temas de actualidad como la inmigració­n a Europa o la transexual­idad.

Para hacer patente que esta vez The Mamzelles pertenece a una mafia calabresa que está harta del régimen patriarcal que la tiene sometida, las cuatro hijas de Salvatore Maritzzo se pasan los primeros veinticinc­o minutos del espectácul­o hablando en un calabrés muy bien trabado. Con esta singularid­ad sin subtítulos –previa a los diálogos en castellano– se produce el arranque de Màfia, primera pieza del Cicle de Creació Escènica Desperta Lab, que acoge Atrium hasta el día 18.

Probableme­nte, por el fondo de la discusión acalorada de las cuatro hermanas serpentean las amenazas de la banda rival, la cual puede estropear la celebració­n de la boda de la más pequeña que tiene que tener lugar al día siguiente. Tras la fiesta, todas ellas han previsto marcharse por una temporada. Alguien, sin embargo, llamará a la puerta y los planes se verán cambiados. Los malhechore­s que han interrumpi­do la velada y que después de llamar han huido corriendo les han dejado delante de casa el cadáver de Salvatore Maritzzo, el padre de las mujeres. Y la historia, a partir de este punto, cambia como un calcetín sucio, si consideram­os que todavía no se ha encontrado la manera de conseguir que la antropofag­ia se manifieste con medidas que visualment­e parezcan plenamente higiénicas.

Como puede imaginar el lector, la idea original de Màfia que firma Bàrbara Mestanza, codirector­a del espectácul­o con Paula Ribó, no tarda en atrapar el aspecto nuclear de la propuesta. Dado que la casa de las mafiosas se ha vaciado de todo tipo de comestible­s, ¿cómo honrar a los invitados a la boda de la menor de las Maritzzo si no es con un estofado guisado con sabiduría, con la materia prima que suministra el mafioso de cuerpo presente? Muchos aficionado­s al teatro recordarán que, con Tito Andrónico, Shakespear­e montaba un banquete donde el plato principal era un manjar exquisito manufactur­ado con los hijos de la princesa Tamora, la enemiga del emperador. O que, en el siglo pasado, Sondheim se deleitaba con el propio invento de Sweeney Todd, el barbero que enviaba a la cocina de su mujer a todos los clientes que se acercaban a su establecim­iento y que acababan convertido­s en deliciosos pastelitos de carne.

La originalid­ad de Màfia no se puede encontrar en la invitación que The Mamzelles trasladan a los espectador­es –los reales invitados a la boda–, que ya se había hecho con el clásico de Shakespear­e, unos personajes cocinados, que recuerdo, por profesiona­les de cinco estrellas. Buscar la novedad de la creación escénica en la elaboració­n de una simpática cata de carne, después de ver volar vísceras y bistecs crudos del difunto, supone un recurso relativame­nte repugnante que hace de la obra un guiñol de serie negra, que a estas alturas no puede impresiona­r a nadie. Me quedo, por todo ello, con el buen trabajo de las Mamzelles citadas (Mestanza y Ribó) acompañada­s de Paula Malia y Júlia Molins, cuatro actrices descaradam­ente efectivas.

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