Trump admite que le investigan y declara la guerra a los fiscales
El presidente acusa a su propio Departamento de Justicia de “caza de brujas”
Donald Trump intenta sacar adelante las iniciativas políticas que prometió durante la campaña electoral, pero el presidente de Estados Unidos sigue atrapado en el escándalo del Rusiagate. Ayer fue él mismo quien reconoció que está siendo investigado por presunta obstrucción a la justicia. De buena mañana lanzó su tuit: “¡Estoy siendo investigado por despedir al director del FBI por el hombre que me dijo que despidiera al director del FBI! Caza de brujas”.
Es la primera vez que Trump se reconoce como objeto de investigación y tácitamente admite también la relación entre la destitución de James Comey y el empeño de este en mantener abierta la investigación de las conexiones del equipo de campaña de Trump con funcionarios rusos.
Pero el tuit de Trump adquiere mayor enjundia cuando todo indica que acusa a miembros de su propio gabinete. El presidente no cita el nombre, pero queda bastante claro que no se refiere al fiscal especial encargado de la investigación, Robert Mueller, sino al fiscal general adjunto, Rod Rosenstein; es decir, el número dos del Departamento de Justicia, que en su día criticó severamente la actitud de Comey y elaboró un informe que prácticamente justificaba su destitución. El tuit de Trump confirma la crisis de confianza que ha estallado entre la Casa Blanca y el departamento que más quebraderos de cabeza está provocando al presidente.
Trump se puso furioso cuando su hombre de confianza, Jeff Sessions, al que nombró secretario de Justicia y fiscal general, optó por inhibirse en la investigación del Rusiagate. Pero más furioso se puso cuando el segundo de Sessions optó por curarse en salud y nombrar un fiscal especial para continuar las pesquisas, designando nada menos que a Robert Mueller, un exdirector del FBI con la misma fama de hombre íntegro que Comey. El enfado de Trump por esta y otras cuestiones llevó a Sessions a poner su cargo a disposición del presidente. La renuncia no fue aceptada en su momento, pero el portavoz de la Casa Blanca se ha resistido a afirmar que el presidente sigue confiando en Sessions.
Y la crisis va en aumento, porque después de la declaración de guerra al fiscal general adjunto, Rosenstein ha comentado con sus colaboradores que está dispuesto a recusarse a sí mismo e inhibirse también en la investigación del Rusiagate. El fiscal general adjunto es el máximo responsable político de la investigación. No la dirige, pero él es quien decide los recursos que se destinan, el personal asignado y, si se diera el caso, la formulación de acusaciones.
Ocurre que después de la declaración de Comey en el Senado, Trump y el personal de la Casa Blanca respiraron aliviados cuando el exdirector del FBI confirmó que el presidente no estaba siendo investigado, pero la tranquilidad ha durado poco. Ahora sí está siendo investigado. Algunos juristas señalaron entonces que para demostrar que la destitución del director del FBI tenía como objetivo frenar la investigación del Rusiagate hacían falta más pruebas, por ejemplo el testimonio de los hombres de confianza de Trump en los servicios de Inteligencia, en el sentido de que Trump les hubiera comentado los supuestos motivos inconfesables por los que destituía a Comey. Y en la búsqueda de esos testimonios se centra ahora el fiscal especial Mueller.
El reconocimiento de Trump de que está siendo investigado, que hasta ahora sólo había trascendido por informaciones periodísticas basadas en fuentes anónimas, coincide además con el testimonio de un amigo del presidente, Christopher Ruddy, editor de una plataforma multimedia de orientación conservadora, quien dijo que el presidente se plantea destituir también al fiscal Mueller, lo que en principio no está claro que tenga potestad para hacer. Podría presionar, eso sí, a Rosenstein o a su probable sustituta, Rachel Brand, y el escándalo seguiría adquiriendo magnitudes explosivas.
El máximo responsable político de la investigación del Rusiagate también se plantea inhibirse La investigación se centra en dirimir si la destitución del jefe del FBI perseguía dar carpetazo al escándalo