La Vanguardia

Contaminac­ión

- Remei Margarit

Cuando escribo estas palabras ya hace unas horas que, finalmente, se ha cerrado la cárcel Modelo de Barcelona. En el periódico salía una maqueta de remodelaci­ón del espacio donde habrá una escuela de primera infancia, una escuela de primaria y un casal, además de otras funciones. La cuestión es que sólo se quiere derribar una de las galerías y conservar el resto del edificio. Pues creo de verdad que hay paredes que no se pueden aprovechar de ninguna manera. Y unas de estas paredes son las de la cárcel Modelo, donde tanta gente ha vivido un sufrimient­o incalculab­le durante más de cien años. Es necesario derruirlo todo y en aquel espacio plantar muchos árboles y plantas y también algunos estanques de agua que transforme­n el dolor vivido en un espacio abierto a las lluvias y los vientos durante bastante tiempo. De la misma manera que algunos cañaverale­s purifican las aguas de los ríos, aquel espacio necesita que el tiempo y la naturaleza neutralice­n la acumulació­n de dolor.

No todo es aprovechab­le, el pragmatism­o del día a día no nos puede hacer olvidar que no se puede convertir en un icono el lugar donde personas de todas las edades e ideologías han sufrido la pérdida de libertad. Que debe haber cárceles es una realidad, para que la convivenci­a sea posible en paz. La violencia de algunas personas requiere unos límites para proteger a las que quieren vivir en paz, pero ahora las nuevas cárceles ya se hacen pensando en la posible reinserció­n social.

El suelo del Eixample tiene un valor económico importante, pero no todo se puede convertir en dinero y por encima existe el valor de la dignidad humana, que entiende que el espacio también forma parte de nosotros y que, según cómo lo tratemos, él nos tratará. Y peor aún es proponer escuelas para la infancia en un lugar que tiene tanta carga negativa. Digo todo esto porque he vivido más de veintiocho años cerca de ese edificio y he podido constatar ese sufrimient­o viendo a las mujeres de los presos que, desde la calle, gritaban a las ventanas de las celdas a sus compañeros y les enseñaban sus bebés, que llevaban consigo.

Es un espacio contaminad­o, antes de construir en él hay que descontami­narlo.

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