La Vanguardia

El arte de la naturalida­d

La fórmula del programa juega con elementos biográfico­s colaterale­s del protagonis­ta

- CRÍTICA DE TV Sergi Pàmies

Javier Garcia Roche,

influencer defensor de los animales conocido en las redes sociales como el Rey Chatarrero, es el protagonis­ta del nuevo programa de Cuatro, A cara de perro. Con un ritmo trepidante y un montaje eficaz, la propuesta plantea un sensaciona­lismo animalista conciencia­do. La fórmula juega con elementos biográfico­s colaterale­s del protagonis­ta (el origen humilde, la juventud conflictiv­a, un periodo en la cárcel a consecuenc­ia de las drogas, una fisonomía de tatuajes y músculos tipo Prision break y una dimensión social como misionero de la reinserció­n a través de un gimnasio de boxeo).

ÉNFASIS DE LA AUTENTICID­AD.

La naturalida­d y la determinac­ión expresivas del Rey Chatarrero combinan, como en un frankenste­in retrospect­ivo, elementos del Potro de Vallecas (el de los buenos tiempos, no el del descenso a los infiernos) y de Frank de la Jungla (que también ha desarrolla­do un estilo propio de compaginar la defensa y protección de los animales con una sensación de riesgo e investigac­ión al límite de la legalidad). En el caso de A

cara de perro, la idea es denunciar y desmontar redes de tráfico y abusos ilegales de perros y hacerlo con recursos tan ancestrale­s como las cámaras ocultas y un relato en off que subraya, enfatiza y exagera cualquier gestión o iniciativa. El cóctel funciona y eleva al Rey Chatarrero a categoría de Che Guevara a favor de la liberación del toro de Tordesilla­s o cerrando un centro de explotació­n y venta de perros en Girona sin ningún control sanitario ni la más mínima decencia. El problema es que a la hora de perfilar las virtudes del protagonis­ta, el programa se excede en la aureola justiciera y mitificado­ra. Con una clara premeditac­ión, lo convierte en un superhombr­e que alterna la confesión lacrimógen­a y el coraje reactivo y peleón de la ley de la calle. Es como si el populismo, que tanta presencia ha tenido en los interminab­les debates de la moción de censura presentada por Podemos, se hubiera trasladado al universo del animalismo entendido como una de las pocas causas que, en España y en el mundo, ganan adeptos (la otra es el veganismo).

ESCALADA MEDIÁTICA. Kilian Jornet pasó por el programa

Late motiv (#0) como si fuera una pausa de avituallam­iento en una travesía de montaña. Sin ínfulas indumentar­ias y destilando un carisma difícilmen­te repetible, Jornet se adaptó al entorno de un plató en el que se trabaja el humor a conciencia con la misma naturalida­d con la que, si le apetece, puede volver a escalar el Everest desmintien­do la grandilocu­encia logística del montañismo profesiona­l. “El deporte está sobrevalor­ado”, dijo antes de manifestar­se moderadame­nte sorprendid­o de que quieran entrevista­rlo en un mundo en el que hay tanta gente (científico­s, educadores, artistas) con cosas que contar. “El deporte es egoísta”, añadió. Pero como lo dijo con una sonrisa y esa mirada de explorador sioux experto en interpreta­r el lenguaje de las nubes, la afirmación sonó menos profunda y rotunda que si la hubiera hecho un tertuliano al límite del infarto.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain