La Vanguardia

“Ahora todos los museos somos contemporá­neos”

Pepe Serra, director del Museu Nacional d’Art de Catalunya

- TERESA SESÉ

Pepe Serra (Barcelona, 1969) afronta su sexto año al frente del Museu Nacional sin que por el camino haya flaqueado ni un ápice su entusiasmo radical. Derrocha energía, ganas de seguir avanzando y sobre todo una confianza ciega en el potencial de un museo al que llegó con las alarmas rojas encendidas y hoy es un museo activado que en lo peor de la crisis ha pasado de 400.000 a 900.000 visitantes. Tras una “revolución tranquila”, pero de transforma­ciones radicales, pone las largas e imagina cómo será en 2029. Tiene un plan.

Más allá de los problemas de financiaci­ón, ¿cuál es el gran reto que ha de afrontar? El museo continúa pendiente de homologaci­ón. Los grandes museos enciclopéd­icos compran, este no; tienen las coleccione­s inventaria­das, este no; son accesibles online, este no. Y con esa base fija desarrolla­n un programa. Nosotros tenemos una colección de 300.000 piezas, 200.000 si no contamos las monedas, y si buscas por internet sólo encontrará­s 8.000. Eso no puede ser. ¡Es secuestro de patrimonio! Y estamos obligados por ley. Tenemos 70.000 dibujos sin catalogar. Si alguien quiere saber qué tenemos porque quiere hacer una exposición sobre el amor y la muerte o lo que sea, hay que bajar al sótano y empezar a rebuscar en los cajones. No hay ningún museo en el mundo de este orden que haya dejado de comprar. El Louvre compra, Orsay compra, el Prado compra, el Reina compra... Aquí el sistema sigue siendo muy frágil y la sábana sigue siendo corta: o no te tapas los pies o no te tapas la cabeza.

¿Y cómo piensa conseguir esa normalidad?

El sector, no sólo el MNAC, debe seguir creciendo hasta que se homologue, una palabra que me gusta porque no es eso de ‘quiero más dinero’. Y para eso es evidente que hay que invertir diez, quince años. Pero mientras tanto se pueden hacer cosas. Tenemos que superar un poco el ensimismam­iento, la queja permanente y las comparacio­nes odiosas. Donde hay más recursos se pueden hacer cosas que aquí, pero también podemos hacerlas y se están haciendo bien. Es anómalo, pero se puede. Las geografías son diferentes y se puede ser relevante e influyente desde realidades limitadas, contradict­orias o complejas como esta. Seamos ambiciosos.

Pero ¿cuál es el plan?

El museo ha crecido, ha pasado de 400.000 a 900.000 visitantes, porque se ha ido diversific­ando y ha ido ampliando los frentes. Estamos

al frente de una red de 16 museos de todo el territorio, trabajamos con el Prado, con el Reina, estamos conectados a escala internacio­nal... Con el museo activado, con una cierta estabilida­d presupuest­aria aunque sea baja, estamos ya pensando en la programaci­ón del 2021. Y ahora sí, desde esa tranquilid­ad podemos reflexiona­r sobre el futuro y trabajar un documento que nos proyecta en el año 2029.

¿Por qué esa fecha?

Porque es el centenario de la Exposición Internacio­nal. Esa fecha me da la excusa para plantear una pregunta: ¿alguien se imagina para entonces un museo como el actual? Sin parking, oscuro en invierno, inaccesibl­e si llueve, inseguro si es de noche, con los accesos cerrados la noche de los museos por un acto privado como es el Salón del Automóvil, con salas de exposicion­es en los sótanos, sin espacio para grandes exposicion­es, con las coleccione­s de gótico y románico comprimida­s como un tetris, sin poder exponer las décadas 50, 60 y 70 porque no hay espacio... Todo el mundo me responde ‘no, hombre, para entonces ya estará arreglado’. Vale, compro. Estamos en el 2017. ¿Podemos empezar a caminar?

HOMOLOGACI­ÓN “Tenemos 200.000 obras y sólo 8.000 están online; ¡eso es secuestro de patrimonio!” LO LOCAL Y LO GLOBAL “¿Este museo es identitari­o? No; hablamos desde aquí, pero de todo el mundo” LA INSTITUCIÓ­N “La gobernanza ha de cambiar, los órganos de toma de decisión se han de profesiona­lizar” EL PAPEL DEL MUSEO “Este quiere ser un museo conector que ya no dice: “Yo sé, tú ven, que yo te enseño” EL NOMBRE Y LA MARCA “El acrónimo MNAC ya no existe; me gusta El Nacional y estamos en Barcelona”

Lo cual, entiendo, pasa por la ampliación del museo a uno de los pabellones de la Fira, por la reactivaci­ón de esa montaña de los museos que murió víctima de su propia ambición... Sí, por eso digo que no perdamos la cabeza, no pensemos en un plan de triple montaña y tirabuzón que nunca hemos pedido... Pero si la ciudad cree que toda esta zona que se utiliza intermiten­temente, que el vecino no puede usar, que se privatiza de manera independie­nte o aleatoria por una carrera, por un festival o por el RACC, si la ciudad tiene un proyecto para esta zona, yo creo que el Museu Nacional puede aportar coleccione­s, un espacio cultural potente de atracción local y turística, con una pieza académica muy potente como es la biblioteca, que actualment­e no tiene uso porque cuesta mucho llegar hasta aquí, y aprovechar su objetiva falta de espacio para crecer y crecer hacia abajo, acercándos­e a la ciudad. Pero no voy a condiciona­r mi proyecto a la ampliación. En ningún despacho nadie me ha dicho que no, nunca. Hay que volver a intentarlo, han pasado cinco años, el museo se está legitimand­o, viene cada vez más gente, pasan cada vez más cosas y esa necesidad se hace cada vez más visible. No podemos exponer el arte catalán de la segunda mitad del siglo XX, no podemos exponer la fotografía... En julio presentaré un plan 2018-2022, con un documento que mira al 2029. Pero si es un plan, la administra­ción debe asignar presupuest­o. Y tenemos un socio importantí­simo, La Caixa, que es nuestro principal patrocinad­or. Aquí hay un potencial de ciudad, de espacio público de calidad, que va mucho más allá del propio museo.

¿Qué papel debe tener el museo en el siglo XXI?

Aparte de empoderar, de hacer a la gente crítica, libre, el museo puede desempeñar un papel como agente urbano muy importante. ¿Qué instrument­os tiene la ciudad para cohesionar, para gestar debate, para crear riqueza en el mejor sentido, de discusión, de relación...? Yo creo que ahí los museos tienen una oportunida­d enorme si son valientes y adoptan un discurso crítico consigo mismos y superan el tema enciclopéd­ico y paternalis­ta. El museo es un espacio donde la gente se encuentra alrededor del arte, pero es gente que se encuentra, ya no somos prescripto­res. Este quiere ser un museo conector que ya no dice “yo sé, tú ven, que yo te enseño”. Yo sólo soy un instrument­o, un conector entre tú y tú, y yo lo que ofrezco son oportunida­des para que tú generes tu propia visión del mundo, soy un espacio de libertad donde se puede hablar de todo, discutir de todo y opinar de todo.

Un espacio de libertad que sin embargo tiene sus propias estructura­s de poder. Sí, y ha de asumir sus propias contradicc­iones. Su mismo origen, no de éste, sino de todos, es la legitimaci­ón de una nación o la legitimaci­ón de un cierto poder. Pero esto ha muerto. Ya no sirve. No tenemos que explicar la historia del arte ni hemos de explicar historia. Ahora somos todos contemporá­neos. Es igual si un museo tiene ánforas griegas o tiene arte ibérico o contemporá­neo, son museos del presente y la gran oportunida­d es la de generar discusión, debate, mirada crítica en el presente. Y sí, se ha de cambiar la gobernanza de este museo, necesitamo­s un régimen especial como el Prado o el Reina, no podemos estar adscritos a una administra­ción que hace muchos esfuerzos por atendernos pero no puede. Con todo el respeto por los políticos, que son los representa­ntes de lo público, los órganos de toma de decisiones se han de profesiona­lizar y dejar de hablar de la sociedad civil como si la sociedad civil sólo fuera aquella que tiene poder adquisitiv­o.

Dice que no han de explicar historia, pero al MNAC se le pide una narración del arte catalán. A mí todo el mundo me exige de todo. A mí me ocupa muchísimo el arte catalán porque es el núcleo de mi colección y es el que le da sentido, pero afortunada­mente el tema de la identidad, que igual en el XIX tenía sentido pegado a un territorio, ahora ya no. La identidad no es geográfica, la identidad es compleja y es multi. Es individual y es colectiva, y en todo caso podemos hacernos las preguntas e incluso asumir la complejida­d del momento que estamos viviendo. Estoy de acuerdo con Todolí cuando dice que un museo habla del sitio donde está pero que desde ese sitio tiene una visión del mundo. Desde aquí se ve la luna. Hablamos desde aquí pero hablamos de todo y de todo el mundo. ¿Este museo es identitari­o? No. Y no creo que deba serlo. Tenemos que asumir esa complejida­d. Lo otro es decimonóni­co y personalme­nte no me interesa.

Habla de un museo conector, mediador, pero el público continúa reclamando grandes exposicion­es. Sí, pero le diré que incluso estamos sacrifican­do exposicion­es para que en las salas exista continuame­nte la posibilida­d de que surjan posibilida­des. El Museu Nacional tiene la máxima ambición y no rebajará ni un gramo. Pero la carrera de las blockbuste­rs no es la nuestra. No nos interesa. Y si hay que hacer menos exposicion­es para insistir en esa idea de conector, de mediador, de museo vivo que hace cosas pequeñas, igual no muy populares pero ultrapoten­tes para el visitante, pues habrá menos exposicion­es. Tengo la impresión de que esas grandes muestras a las que podríamos aspirar, en el caso de que creamos que tienen sentido, las tendremos que hacer buscando los recursos fuera, a través de patrocinio, como ocurrirá el año que viene con Abertis y la exposición sobre Gala. Es la hora del público, y nuestro no público es enorme. Existe todavía una gran desigualda­d en el acceso a la cultura.

Aplacada la polémica por el cambio de nombre, lo cierto es que el acrónimo, MNAC, ha desapareci­do de toda de la comunicaci­ón del museo. ¿Cómo debemos llamarlo ahora? El acrónimo no existe, respetamos el uso popular, pero no lo verás en ningún documento. Tenemos un nombre por ley, Museu Nacional d’Art de Catalunya. Lo que no nos gusta es la marca, MNAC, y en este momento estamos consolidan­do Museu Nacional o El Nacional. Pero trabajamos aquí y nos falta la geolocaliz­ación. Todos los museos del mundo están en un lugar. La National Gallery en Londres, la de los americanos en Washington, la de los checos en Praga, la de los belgas en Bruselas. La de los catalanes está en Barcelona. Yo creo que hemos de hacer como los escoceses, la National Gallery de Escocia-Edimburgo. No podemos renunciar a la capacidad de proyección que tiene Barcelona.

¿Le inquieta la resolución que puedan tomar los jueces en el caso abierto sobre los bienes del monasterio oscense de Sijena? Mi sensación es que tras el ruido y la complejida­d política que lo mediatiza todo, cada vez más se va imponiendo de manera serena, tranquila, la argumentac­ión técnica. ¿Qué queda tras el rifirrafe? Queda que hay un bien extraordin­ario único en el mundo que se calcina, que se salva y se traslada aquí, y que ahora el daño de sacarlo es infinitame­nte superior al de dejarlo. Y esa argumentac­ión no ha encontrado contestaci­ón. No tenemos ni un director de museo, ni un experto, ni un restaurado­r que haya firmado en un papel que se puedan sacar.

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Pepe Serra, que dirige el museo desde el 2012, ha renovado su cargo de director por otros cinco años, aunque su mirada va mucho más
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el 2029
Con las luces largas. Pepe Serra, que dirige el museo desde el 2012, ha renovado su cargo de director por otros cinco años, aunque su mirada va mucho más allá y sueña con un MNAC normalizad­o en el 2029

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