La importancia de ser Chavela
Documental de la cantante de armas tomar que resucitó del alcohol y triunfó con casi 80 años
Chavela decía que ella nunca iba a mencionar el nombre de sus grandes amores..., pero sí sabemos que fue con todo México”. Este divertido testimonio es de Patria Jiménez Flores, primera diputada federal mexicana abiertamente lesbiana –en concreto por el Partido de la Revolución Democrática– y gran seguidora de Chavela Vargas. Su afirmación es algo exagerada, pero no mucho. La vida de la costarricense Isabel Vargas Lizano, identidad y origen auténticos pero poco relevantes de esta cantante de armas tomar, fue un puro exceso durante los 93 años que duró. Y así lo recoge el emotivo documental Chavela, de la australiana Catherine Gund y la estadounidense Daresha Kyi.La película, estrenada ayer después de una cálida acogida en el Festival de Berlín, parte de una conversación filmada con la artista después de su resurrección, de entre las ruinas del alcohol, tras una desaparición de doce años y cuando ella contaba ya 72.
El documental no está hecho con pretensiones periodísticas pero, aunque conmueve, denota una firme búsqueda de la verdad del personaje. A ratos es todo lo contrario a un panegírico. Sobre todo cuando habla la abogada Alicia Pérez Duarte, una de las parejas más estables y duraderas de Chavela, dentro de lo que cabe. “Hubo un tiempo en que éramos ella y yo; mis hijos, ella y yo. Formaba parte de mi familia”, empieza Duarte uno de los fragmentos menos amables. La letrada explica cómo la cantante siempre le andaba preguntando por su hijo. Y un día, cuando el chaval tenía seis años, la descubrió mostrándole cómo disparar un arma. “¡Mira, mamá: Chavela me está enseñando a matar arañas con la pistola!”, saltó el crío. Chavela había dicho poco antes que el pequeño tenía que aprender a usar el revólver “para no volverse joto (gay)”. Alicia se opuso, pero la artista la ignoró. Y esa, junto con el abuso del alcohol, fue una de las razones por las cuales la dejó. “Nadie la abandonó. Lo único que hice fue poner distancia porque nos íbamos a pelear a golpes”, asegura la mujer ante la cámara en réplica a la acusación de “traidora” que Chavela le lanza en la entrevista.
Porque Chavela Vargas era una gran mujer y una enorme cantante; la encarnación misma del desgarro que caracteriza la música popular mexicana. Pero también era difícil: para los demás y más que nadie para sí misma, como evidencia su caída al precipicio cuando contaba 60 años y era toda una leyenda..., aunque una leyenda que había campado por las mejores tabernas y cafés cantantes, y había grabado no pocos discos, pero jamás había actuado en un teatro. Esa otra gloria le llegó cuando reapareció en 1991, aupada por el escritor y editor español Manuel Arroyo Stephens, a quien más tarde se sumó Pedro Almodóvar. Entonces Chavela, a quien todo el mundo había dado por muerta, renació con un triunfo fulgurante en la sala Caracol de Madrid, triunfo al que pronto siguieron giras por Europa y un retorno espectacular en México, con un concierto memorable en la plaza del Zócalo.
Todo eso y bastante más de la vida personal y artística de Vargas desgrana el documental Chavela. Con lo bueno, lo tormentoso y lo malo que de una biografía tan intensa cabe en 80 minutos de metraje. Pero para la codirectora Daresha Kyi, lo esencial de la película son dos o tres lecciones que la artista, de manera implícita, deja claras a quien quiera entenderlas. Se trata de “la importancia de la autenticidad”, de “la lucha por ser uno mismo”, de la demostración de que “nunca es tarde y jamás hay que rendirse”. Con pistola o sin ella.
“Chavela luchó ante todo por ser ella misma y demostró que nunca es tarde; que no hay que rendirse jamás”