La Vanguardia

La vida después del Brexit (2): la boda

- RAFAEL RAMOS

Ahora que el Reino Unido está a punto de empezara negociar su divorcio con Europa, es inevitable que los británicos, por poco románticos que sean, echen la vista atrás y recuerden el día de su boda. En 1973 las bombas del IRA estallaban no sólo en el Ulster sino en Londres y Manchester, Pink Floyd publicaba su Dark side of the moon, la reina Isabel inauguraba el Puente de Londres (escenario del último atentado), millón y medio de funcionari­os hacían huelga contra el gobierno de Edward Heath, y la inflación era del 8,4%. Hoy la inflación es poco más de una cuarta parte, pero la más alta desde el 2013 debido al impacto del Brexit sobre las importacio­nes. Y como los salarios permanecen estancados, la gente ha reducido el consumo. Las bodas, para empezar, se han vuelto mucho más austeras. Entre unas cosas y otras, el coste medio de un bodorrio es de algo más de 30.000 euros (y eso si no se trata de una boda india, que dura varios días), en medio de la presión social –y en parte también auto infligida– para que se trate de un acontecimi­ento único. Cada vez, conforme la austeridad aprieta, son más sin embargo las parejas que renuncian a lujosos tarjetones de invitación, compran las flores en el supermerca­do, encargan las fotos a un amigo y se conforman con vestidos y trajes de segunda mano. Si no, muchos grandes almacenes ofrecen modelos que no están nada mal por entre 200 y 800 euros, dejan que la novia se los pruebe las veces que quiera y hasta se haga un selfie en el móvil. Y encima, si quiere, se lo puede llevar puesto a casa.

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