El protector de las víctimas del terrorismo
MANRIQUE TENÍA 24 AÑOS Y TRABAJABA DE CARNICERO EN HIPERCOR CUANDO ETA COMETIÓ EL ATENTADO, DEL QUE SE CUMPLEN EL LUNES 30 AÑOS. SOBREVIVIÓ Y SE HA DEDICADO A AYUDAR A OTRAS VÍCTIMAS DEL TERRORISMO, NO SÓLO EN LOS TRÁMITES; SOBRE TODO EN EL APOYO PSICOLÓG
“Me reiteró su arrepentimiento y me pareció sincero”, dice de su encuentro con el etarra Caride en el 2012
Desde 1989 ha tramitado 7,8 millones en indemnizaciones de víctimas, de ellos 5,37 millones de Hipercor
Robert Manrique (Barcelona, 1962) era carnicero antes de sufrir el atentado. Había empezado en el oficio a los 15 años, en el mercado de Vall d’Hebron, su barrio. “Me encantaba mi trabajo”, asegura. Pero el destino le deparaba un giro inesperado el 19 de junio de 1987. Este lunes se cumplen 30 años de la explosión de un coche bomba de ETA en Hipercor, que causó una masacre: 21 muertos y 45 heridos. Manrique estaba tras el mostrador, en la carnicería, y resultó con quemaduras de tercer grado en cabeza, cara, brazos y manos; precisó injertos. Tenía 24 años. Ya se había casado con su novia de toda la vida y habían nacido sus dos hijos.
El Ayuntamiento de Barcelona rinde este mediodía homenaje a las víctimas de aquel atentado, en el monumento que se erigió hace años en su recuerdo en la avenida Meridiana. Manrique lleva un año en conversaciones para organizar el acto. No puede trabajar como carnicero, pero echa una mano en un despacho de abogados laboralistas. Ocuparse de las víctimas ha sido y es el centro de su actividad, desde el atentado.
“Recuerdo una explosión, un cráter, llamaradas, calor. Pensé que había explotado la cámara frigorífica. Me dijeron que saliera a la calle. Subí la rampa, veía sombras y alguien me metió en un taxi...”. Así arranca su relato del horror. Estuvo ingresado hasta agosto de ese año y luego inició una lenta recuperación. “Tardé once meses en poder cerrar la mano, imposible coger una pelota de tenis”, recuerda. Le llevaría años volver a practicar su deporte preferido.
Al medio año del atentado volvió a trabajar, coincidiendo con la campaña de Navidad, pero con el peso de la carne y la humedad de las cámaras, los injertos se abrían. Encadenaba altas y bajas laborales. En el otoño de 1989 supo que empezaba el juicio en la Audiencia Nacional a dos de los autores del atentado de Hipercor, Domingo Troitiño y Josefa Ernaga, y asistió. “No habían avisado a nadie, ni heridos ni familiares de fallecidos. Vi a un hombre llorando, Álvaro Cabrerizo, le habían matado a la mujer y las dos hijas. Le había avisado un amigo de un juzgado. Ese día decidí que las víctimas teníamos que ir juntos”, explica.
Desde entonces, Manrique se ha dedicado en cuerpo y alma a ayudar a las víctimas de atentados terroristas. Sin ser abogado ni psicólogo les ha hecho de hermano mayor, facilitándoles información, ayudándolos en los trámites, cogiéndoles el teléfono cuando lo han necesitado, moviendo sus expedientes. “Gracias a la ley de Solidaridad de 1999, las víctimas del terrorismo reconocidas pudimos recibir indemnizaciones y pensiones más que dignas. He hecho nú- meros: tramité 893 millones de pesetas (5,37 millones de euros) en indemnizaciones para unas 400 víctimas de Hipercor. Pero en total fueron 1.300 millones de pesetas (7,8 millones de euros) porque había otras víctimas de atentados en Catalunya o de fuera pero que vivían aquí, por ejemplo viudas del País Vasco”, detalla.
No siempre fue por libre. En diciembre de 1989 le llamaron de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Querían que colaborara con ellos. Fue el delegado en Catalunya desde 1989 hasta el 2002. “Me fui con la llegada de la nueva junta porque se politizó”, explica. Entonces creó la Associació Catalana de Víctimes d’Organitzacions Terroristes (Acvot), junto con el abogado José María Fuster Fabra, con el que llevaba años trabajando desde la AVT, y con Santos Santamaría, padre del mosso asesinado en Roses en 2001. “No se trataba sólo de que las víctimas hubieran cobrado, es que había secuelas psicológicas. Me llamaban a mí y yo me encargaba de ellos y aún lo hago, sólo faltaría. Me llaman cuando tienen cualquier problema”, detalla.
Para él también es como una terapia, señala. “Hay víctimas que no hablan, pero yo si me enfado saco la rabia como puedo y si he tenido que decirle algo a un político lo he hecho. ¿Por qué hago todo esto? Nadie entiende cómo sobreviví, pero lo hice. ¿Y si no? Me hubiera gustado que otro Robert se ocupara de mi mujer y de mis hijos”, explica.
Tiene un listado de 280 víctimas del terrorismo en Catalunya a las que no ha podido localizar. Cinco son del atentado de Hipercor. Quizás se movieran por su cuenta. No lo sabe. “En marzo del 2014 llevé la lista de los 280 a la oficina de atención a las víctimas del Ministerio del Interior y me dijeron: ‘¡Manrique, te lo has currado!’. Pero no avisan a nadie, así se ahorran dinero. ‘El que quiera que venga a vernos’, me dijeron”.
En enero de 2011, el movimiento Lokarri le hizo llegar la voluntad del etarra arrepentido Rafael Caride Simon de entrevistarse con él para pedirle perdón. Caride fue quien condujo el coche bomba hasta el parking de Hipercor. En el 2012, Manrique accedió a verle en la cárcel. “No le dí la mano, pero en nuestra conversación la palabra arrepentimiento salió quince o veinte veces y me pareció sincero. Luego recibí más de 300 mensajes de víctimas apoyando lo que hice”, subraya.