La Vanguardia

Viviane Reding

EURODIPUTA­DA

- BEATRIZ NAVARRO

La eurodiputa­da y excomisari­a europea de Telecomuni­caciones Viviane Reding ha escrito un libro en el que detalla las batallas que tuvo que librar para conseguir que la Comisión Europea pusiera fin al sistema de roaming.

Desde su escaño en el Parlamento Europeo, Viviane Reding, excomisari­a europea de Telecomuni­caciones, saborea con deleite el desenlace de la batalla política de su vida: el final del roaming, el sobrecoste que las compañías telefónica­s cobran por usar el móvil en el extranjero y que desde el jueves ya no existe dentro de la Unión Europea. La loca de Reding, la llamaban cuando hace una década dijo que había que acabar con “la gallina de los huevos de oro de las teleco”. No se dejó intimidar. “Les declaramos la guerra”, rememora. Su tenacidad, hábil manejo de los medios y alguna mentira, como anunciar un acuerdo que no existía para presionar a los gobiernos, condujeron a la drástica decisión de reducir por ley las tarifas de roaming, ahora abolidas.

¿No le sorprende que ahora todo el mundo celebre y se atribuya méritos por el final del roaming? Cuando lo planteó, se enfrentó a enormes resistenci­as. Estaba completame­nte sola. Los gobiernos, presionado­s por las compañías telefónica­s, me trataron fatal. Los únicos que estuvieron conmigo fueron el Parlamento Europeo (y no todo), la prensa y las organizaci­ones de consumidor­es. Todos los demás estaban en contra.

Su libro sobre esta batalla se titula David contra Goliat. ¿Cómo recuerda aquellas presiones? El lobby fue atroz en Bruselas pero aún más fuerte en las capitales. Es normal porque las compañías dominantes –algunas, con participac­ión estatal– tenían mucho poder a nivel nacional e influyeron en los gobiernos, que dijeron no a la propuesta. Tuve grandes problemas para conseguir que el Consejo de ministros aceptara las reglas.

Primero intentó pactar con las empresas una rebaja voluntaria. Sí, pero las teleco, casi por unanimidad, habían decidido ir hasta el final. Habían invertido mucho dinero en lobby y quisieron frenarme. Hoy queda claro que fue un gran error. Deberían haber admitido que el precio era anormal y rebajarlo paso a paso, así no habríamos actuado. Pero dijeron no y les declaramos la guerra. El legislador tuvo que intervenir para forzar la rebaja, algo que no es muy habitual. Nos llevaron a los tribunales y perdieron. Los jueces dijeron que hicimos lo correcto. Ante una situación anormal de precios, la Comisión Europea puede intervenir en el mercado.

¿Cómo justificab­an el precio? No podían justificar­los, decían que esos eran los precios y punto. Cuando un estudiante se iba de Barcelona a Bruselas y llamaba a sus padres y su novia para decir que estaba bien y les extrañaba, les llegaba una factura de cientos de euros. No era justo. Hicimos un análisis de coste y vimos que era de diez céntimos, mientras el precio que los consumidor­es pagaban era de entre cinco y quince euros. Aquello era un auténtico atraco. El beneficio que sacaban era cien veces superior al coste.

Los comisarios europeos tampoco lo veían claro al principio y trataron de bloquear su plan. A diferencia de los gobiernos nacionales, en la Comisión Europea para presentar una propuesta a debate en el colegio debe haber un acuerdo general previo. Los comisarios habían sido instruidos y presionado­s por los ministros para frenarme y sus jefes de gabinete se ocuparon de que mi propuesta desapareci­era de la agenda sin oportunida­d de defenderla. Habría sido el final. Estaba muy enfadada y quise ver al presidente, José Manuel Durão Barroso, que estaba feliz por haberse quitado el problema de en medio. Me dijeron que no tenía tiempo para verme, pero me planté en la puerta de su despacho y dije a sus colaborado­res que me quedaría ahí toda la noche si era necesario. A las once de la noche me recibió, muy enfadado. Tuvimos una dura discusión y al final accedió a ponerlo de nuevo en la agenda para que los comisarios decidieran. Mi equipo y yo (nos llamaban la brigada Reding, éramos como un ejército) nos pusimos a trabajar y logramos una mayoría a favor de la propuesta, que fue aprobada.

Le quedaba vencer la oposición de los gobiernos y recurrió a tácticas menos ortodoxas, lo que usted llama el asalto de Hannover. Fue una gran jugada política. Tenía a la Comisión, el Parlamento y los consumidor­es conmigo. Necesitaba que el Consejo me apoyara. Sin su apoyo, no habría ley, pero había mayoría en contra. Entonces decidí que necesitaba anunciar yo misma una decisión para que el Consejo la tomara. Ocurrió en la feria de tecnológic­a de Hannover, donde había un consejo informal de ministros de Telecomuni­caciones. En esas reuniones no se toman decisiones, pero había prensa de todo el mundo así que me puse delante de los periodista­s y les dije que los ministros habían tomado una decisión sobre el roaming. La prensa estaba encantada con la historia. De la noche a la mañana, los ministros eran unos héroes que habían decidido en favor de los consumidor­es. Ya no podían dar marcha atrás. En la siguiente reunión en que se trató el tema, hubo mayoría a favor.

¿No teme que las empresas suban las tarifas nacionales para compensar la caída de ingresos? En el 2007, el golpe fue fuerte porque obligamos a una bajada de precios del 60%, pero a partir de ahí se fue paso a paso para que las empresas pudieran adaptarse. Si alguna tiene problemas ahora y necesita más de diez años para adaptarse a una ley, es que quizás no está dirigida por la persona adecuada.

‘LA LOCA DE REDING’ “Me planté en la puerta del despacho de Barroso hasta que me recibió, muy enfadado”

SU GRAN JUGADA POLÍTICA “Anuncié a la prensa una decisión que no existía para que los ministros la tomaran”

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ETIENNE ANSOTTE / EU/SHIMERA / ETIENNE ANSOTTE Viviane Reding es la artífice europea de la desaparici­ón de las tarifas de roaming

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