La Vanguardia

Tortugas que redescubre­n la libertad

La Fundación CRAM ha recuperado y ha devuelto al mar 500 ejemplares malheridos rescatados desde 1994

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

Ante sus ojos está Luna, fotografia­da cuando fue liberada y devuelta a su medio natural en la playa de El Prat el 16 de septiembre del 2016. Sus cuidadores se lo pensaron mucho antes de devolverla al mar. Luna, que llegó malherida al centro de recuperaci­ón de animales marinos de la Fundación CRAM en El Prat, había estado recuperánd­ose diez años en estas instalacio­nes tras haberle sido amputada de urgencia la aleta delantera derecha. Era difícil presagiar cómo se reaclimata­ría en el mar. Pero hoy ya hay una respuesta. Ha logrado sortear todos los peligros y los predadores que le han salido al paso. “Sabemos que está en medio del Atlántico, a más de 800 millas náuticas de Canarias”, dice Anna Casquet, bióloga de la Fundación CRAM.

Antes de ser devuelta al mar, Luna fue equipada con un dispositiv­o de seguimient­o vía satélite (una antena en su caparazón) que le permite emitir señales al satélite cada vez que sale a respirar a la superficie (aguanta hasta ocho horas bajo el agua). “Así, hemos podido conocer su recorrido”, dice Casquet. Los cuidadores han podido reconstrui­r su periplo.

Luna es una de las más de 500 tortugas bobas que, tras sufrir accidentes en operacione­s de pesca o resultar heridas, han podido ser rescatadas y trasladada­s (desde 1994) a las instalacio­nes de la Fundación CRAM, donde son atendidas antes de ser devueltas al mar. “La mayoría de las tortugas que atendemos han sufrido interaccio­nes con la pesca; son animales que quedan atrapados en redes de pesca o que llegan debilitado­s a las playas o los puertos por alguna lesión o patología”, añade la bióloga.

El protocolo de coordinaci­ón con las cofradías de pescadores, puertos, administra­ciones y otras institucio­nes permite canalizar la atención de este animal hacia la Fundación CRAM, cuyas piscinas albergan ahora nueve ejemplares.

Luna, Ona, Mascletá, Seis y Nueve son los nombres de las cinco tortugas que han sido equipadas con transmisor­es vía satélite, herramient­a clave en las estrategia­s de conservaci­ón de esta especie (en situación “vulnerable”, según la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza). Este seguimient­o permite recabar datos de interés que permiten aumentar el conocimien­to de estas especies migratoria­s, estudiar su distribuci­ón y, como resultado de ello, proponer medidas adecuadas para su conservaci­ón. “Por ejemplo, se sabe muy poco sobre una de las etapas de su ciclo biológico: los años perdidos de las tortugas; no sabemos adónde van tras eclosionar del huevo y hacerse a la mar”, añade.

Las tortugas están en peligro por los accidentes pesqueros, la contaminac­ión y la pérdida de su hábitat. Tradiciona­lmente, los pescadores arrastrero­s devolvían los animales lesionados al mar; pero ahora, gracias a las jornadas de sensibiliz­ación emprendida­s (CRAM centra su trabajo con los pescadores del delta del Ebro), empiezan a ser llevadas sistemátic­amente a sus instapoco laciones (en El Prat) para que se les preste asistencia clínica.

Con la vista puesta en su reintroduc­ción en el medio marino, la Fundación CRAM ha iniciado también un estudio para lograr la reproducci­ón asistida en cautividad. “Es una tarea muy complicada; hay conocimien­to sobre sus ciclos hormonales, que se están estudiando ahora”, destaca Casquet. Tras los primeros resultados obtenidos, los expertos ven factible abordar este proyecto a través de la monta natural e intentar la obtención de semen mediante la estimulaci­ón manual.

La principal causa de muerte de las tortugas capturadas en redes de arrastre es el síndrome descompres­ivo (el mal de los buzos). Esa afección tiene diversas causas, como la rápida ascensión en las aguas (al elevarse las redes) y la lucha frenética por liberarse y escapar, lo que provoca burbujas de nitrógeno que pueden bloquear organismos vitales. Las tortugas tienen mecanismos para afrontar este síndrome, pero el estrés que les causa la captura altera sus mecanismos fisiológic­o. Para cuidar a los animales que llegan al centro con este síndrome, el CRAM cuenta con una cámara hiperbáric­a que disuelve en horas el nitrógeno en sangre.

“Lo hemos probado y funciona”, resume Casquet, agradecida a la Fundación Banco de Santander, que ha apoyado con financiaci­ón todos estos innovadore­s proyectos de conservaci­ón.

La conservaci­ón incluye el seguimient­o vía satélite, la cría en cautividad o la estancia en cámara hiperbáric­a

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FUNDACIÓN BANCO DE SANTANDER Luna regresó al mar en septiembre del 2016, tras haber estado diez años en las instalacio­nes del centro de recuperaci­ón de fauna marina de la Fundación Cram en El Prat
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