La Vanguardia

Las clases subalterna­s

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

Algunas canciones se han vuelto tan populares y el pueblo las ha hecho tan suyas, que incluso les ha cambiado el sentido. Es el caso de Jo vinc

d’un silenci, en la que Raimon habla “d’una lluita que és sorda i constant”, de los hombres y mujeres que trabajan “als petits tallers, a casa o al camp”, y que a menudo se ha interpreta­do como una alegoría del pueblo catalán, “qui perd els orígens perd identitat”, y en cambio está claro que habla de una lucha social, obrera, de las “clases subalterna­s”.

Supongo que es normal que el pueblo se confunda y, quizá por ello, he de confesar que aún no he entendido el discurso que pronunció Raimon cuando recogió el Premi Nacional de Cultura la semana pasada. El cantautor, en un parlamento brevísimo, se limitó a reprochar que “ni el presidente ni el vicepresid­ente de este país, ni el señor Rajoy ni la señora Sáenz de Santamaría” hubieran asistido a ninguno de los doce conciertos que había ofrecido en el Palau de la Música. Yo creía que Raimon había dado estos recitales para despedirse de su público, de la gente como yo, de los que lo hemos seguido durando años y hemos coreado sus canciones, pero al parecer él echó de menos la presencia institucio­nal catalana y española, no tuvo bastante con cantar para las clases subalterna­s.

Le he dado muchas vueltas a lo que dijo y no me cuadra. ¿Había un mensaje en clave? ¿Hablaba en sentido figurado? ¿Clamaba por la tercera vía? En cualquier caso, espero olvidar pronto esas palabras porque no quiero que distorsion­en su trabajo, una obra de una envergadur­a descomunal que forma parte de la biografía sentimenta­l e ideológica de millones como yo.

Las palabras de Raimon también han ocultado otros discursos de los Premis Nacionals de una belleza sublime, de los que engrandece­n la cultura catalana. Uno fue el de la actriz Emma Vilarasau, que agradeció haber podido trabajar toda la vida en catalán y reconoció el trabajo de los dramaturgo­s y de los “grandes traductore­s”, que hacen que “palabras de Shakespear­e, de Beckett, de Ibsen suenen en catalán como si hubieran sido pensadas y creadas en catalán”. “Lo que más me gusta de mi oficio son las palabras –dijo–, son palabras escritas en un papel y que pasan a ser materia viva en boca del actor”.

Y otro, el de Joan Francesc Mira, que ha traducido al catalán moderno los tres pilares de la cultura occidental: la Odisea, el Nuevo Testamento y la Divina comedia. Con su obra, la cultura catalana ya tiene las tres patas básicas de la cultura europea. “Puede tener muchas más –dijo Mira–, pero con estas tres es suficiente para que se aguante. Con obras como la suya, la cultura catalana se convierte en un miembro europeo de pleno derecho.

Emma Vilarasau: “Los traductore­s logran que las palabras de Ibsen o Beckett parezcan creadas en catalán”

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