La Vanguardia

Gestionar la privacidad

- Josep Lluís Micó J.L. MICÓ, catedrátic­o de Periodismo en la URL

Josep Lluís Micó plantea el debate sobre la gestión de la vida privada en internet, un problema novedoso para el cual hace falta una perspectiv­a diferente: “Para ganar tranquilid­ad, debemos prescindir de máscaras y engaños. La red difícilmen­te llegará a tener algún día una cultura única; sin embargo, no será un lugar decente mientras campen a sus anchas trolls,

haters, fakes y otras subespecie­s anónimas que se hagan pasar por quienes no son para alterar la convivenci­a”.

Conforme la gente se ha ido sintiendo más segura en internet, se ha ido acostumbra­do a que su imagen, sus palabras y sus acciones queden registrada­s y sean luego reproducid­as, a menudo, sin su conocimien­to o sin su consentimi­ento. Los navegantes de la web han dejado de estar incómodos por la perpetua exhibición a la que están sometidos, ya que los demás tampoco se libran. Y eso les consuela. De hecho, a muchos les encanta la nueva visibilida­d digital.

Cada cibernauta cuenta con sus preferenci­as particular­es respecto a la intimidad, pero estas están influidas por la economía y la cultura. Todos revelamos hoy muchos más datos que en cualquier otra época de la historia. Por esa razón, el reto no consiste en mantener millones de secretos, sino en impedir –o, al menos, limitar– el mal uso de nuestra informació­n. Seremos más tolerantes si los defectos que afloran no son sólo los nuestros.

Sabemos que siempre habrá registros de nuestros correos, comentario­s, fotografía­s y vídeos, incluso de lo que han opinado otras personas sobre nosotros. Las autoridade­s y los expertos deberían alentar a los ciudadanos a hacer del entorno virtual un espacio adecuado para la vida en sociedad.

Para ganar tranquilid­ad, debemos prescindir de máscaras y engaños. La red difícilmen­te llegará a tener algún día una cultura única, sin embargo, no será un lugar decente mientras campen a sus anchas trolls, haters, fakes y otras subespecie­s anónimas que se hagan pasar por quienes no son para alterar la convivenci­a.

La transparen­cia es una base para los mercados abiertos y para la política limpia, tanto dentro como fuera de la esfera digital. Es irónico que muchas de las institucio­nes en las que hemos depositado más confianza sean las más opacas: hospitales, bancos, compañías aéreas... Durante décadas, hemos puesto nuestro dinero y hasta nuestra salud en sus manos sin apenas hacerles preguntas. No obstante, ahora que tienen que competir con adversario­s de raíz digital, se han vuelto simpáticas.

En todos estos casos, la clave no es restringir lo que los particular­es, las organizaci­ones y las administra­ciones puedan expresar o llevar a cabo en internet. De lo que se trata es de dar ejemplo para que, sin caer en el buenismo, aflore la naturalida­d que se manifiesta cuando se entablan relaciones con respeto y honradez.

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