Santamaría cree posible la negociación pasado el 1-O
La vicepresidenta insiste en que “hay fórmulas” para un acuerdo con Catalunya
La vicepresidenta espera que llegue la “desaceleración y el sosiego” para hablar
Puigdemont y Urkullu critican juntos la “estrategia de quietud” de Rajoy
Fijada ya la pregunta y la fecha del referéndum de independencia, se acabe este celebrando o no, el Gobierno central, la Generalitat y los partidos empiezan a pensar en el escenario político del día después del 1 de octubre. Un ejercicio de recomposición –a la espera del choque de trenes institucional del próximo otoño– que, aseguró ayer en Barcelona la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, debe servir para reconstruir los maltrechos cauces de diálogo. Será el momento, apuntó la número dos del Gabinete de Mariano Rajoy, para que impere el “sosiego” sobre la “aceleración” y el respeto a la legalidad sobre las tentaciones de “buscar atajos” peligrosos.
“Se habla mucho del 1 de octubre, pero la inmensa mayoría de los que están en el debate público están pensando en el 2 de octubre, y espero que sea el día de la desaceleración y del sosiego”, afirmó la vicepresidenta en un coloquio en el Col·legi de Periodistes sobre el libro Contra el populismo (Debate), del secretario de Estado para la Sociedad de la Información, José María Lassalle, y que estuvo moderado por el director de La Vanguardia, Màrius Carol.
Sáenz de Santamaría, quien además ayer participó en la inauguración de la exposición fotográfica sobre el atentado de Hipercor de hace tres décadas, admitió que el reciente anuncio del president Carles Puigdemont sobre la consulta ha frenado en seco cualquier posibilidad de entendimiento entre el palacio de la Monliendo cloa y el Palau de la Generalitat.
“Con este desasosiego es imposible encontrarse con alguien que tenga la cabeza lo suficientemente fría como para darse cuenta de que hay cosas que no dan más de sí, el acuerdo no llegará por la vía de la aceleración”, advirtió.
Sin embargo, y contraviniendo a muchas de las voces que en Madrid y Barcelona dan por muerto el diálogo entre los dos gobiernos, Santamaría se mostró convencida de que, tarde o temprano, “si se serenan los ánimos y se deja de buscar la provocación” hay margen y maneras de mejorar el encaje de Catalunya en el conjunto de España.
Sea con una reforma de la Constitución, aunque la vicepresidenta expresó sus dudas –muy extendidas en el Gobierno, el PP y Ciudadanos por el papel que pueda
jugar Podemos– de que esta sea la mejor manera de afrontar la cuestión catalana, o con otras “muchas fórmulas”. Y al respecto, la vicepresidenta destacó el reciente pacto de los presupuestos generales del Estado, en los que el PNV y otros seis partidos han jugado un papel determinante, sa- todos “muy beneficiados”.
Sobre la posibilidad de modificar la Carta Magna, Santamaría recordó que la ley fundamental de 1978 impide que las mayorías se impongan sobre las minorías, en un equilibrio de fuerzas que evita también, como un mecanismo de autorregulación, que una “minoría busque atajos para no tener que respetar la voluntad de las mayorías”.
En el coloquio, al que asistieron entre otros el ministro de Energía, Álvaro Nadal; el presidente del PP vasco, Alfonso Alonso; los diputados populares del Parlament Santi Rodríguez y Juan Milián; el editor Fèlix Riera, y José García Reyes, del Cercle del Liceu, tanto Santamaría como Lassalle situaron el movimiento independentista, junto a Podemos, en los parámetros del “tsunami populista” que azota a todas las democracias occidentales “colapsando la Ilustración”.
Para Lassalle, Catalunya anticipó con las masivas manifestaciones independentistas la utilización de los sentimientos como arma política frente a la razón, lo que acabó por “desbordar el marco del nacionalismo moderado”. Y ahora, espera, debe anticipar una etapa de “moderación” en la que el “liberalismo de la simpatía” se imponga a la confrontación.
LLAMAMIENTO La número dos del Gobierno pide “serenar los ánimos y que cesen las provocaciones”
INDEPENDENTISMO Y POPULISMO Lassalle sostiene que el independentismo anticipó el tsunami populista europeo