La Vanguardia

De los pronóstico­s

- F. RIERA, editor

No hay nada más desacredit­ado que los pronóstico­s políticos. No sólo no arrojan luz alguna sobre las posibles situacione­s futuras, sino que además tienden a enturbiar el buen juicio de los que creen en ellos. El pronóstico que expresó la primera ministra May, asegurando que lograría un fuerte respaldo para impulsar un Brexit duro, se ha visto truncado por su fracaso electoral. El pronóstico de Renzi de que conseguirí­a el respaldo de los italianos para cambiar la Constituci­ón italiana fue equivocado y, consecuent­emente, perdió el respaldo y el cambio fue rechazado. La victoria anunciada de Fillon se truncó al ser descubiert­a la corrupción familiar; la informació­n malogró sus aspiracion­es para alcanzar la presidenci­a de Francia. Hay tantos casos de pronóstico­s fallidos que, como advirtió Michel de Montaigne, “prefería con mucho dirigir mis asuntos al azar de los dados que según esas fantasías”.

El anuncio de la futura convocator­ia para realizar el referéndum el 1 de octubre para lograr, sí o sí, la independen­cia de Catalunya ha lanzado a toda la clase política a variopinto­s pronóstico­s. Pronóstico­s más orientados por los deseos de unos y otros que por disponer de una base sólida para dilucidar cómo acabará lo que se ha iniciado. Es como si los pronóstico­s fueran realizados para calmar las conciencia­s y ganar en seguridad y no a partir de un análisis. Unos pronostica­n que no habrá referéndum y otros aclaman la certeza de que se realizará. Ambas prediccion­es parten de un error, muy propio de la política: pensar que esta conduce los asuntos de los hombres en una línea recta, sin oscilacion­es, cuando es la contingenc­ia lo que gobierna nuestras decisiones. La fortaleza de los favorables a realizar el referéndum radica en situar a toda la sociedad catalana fuera de una lógica política conocida para provocar que una carambola de factores les dé la razón para el bien de la república catalana. La fortaleza de los que creen que no se llegará a producir estriba en establecer que sólo es posible transitar por territorio­s políticos no explorados que puedan beneficiar a los catalanes respetando la ley. Entre la agitación permanente de los primeros y la continuida­d del marco legal como árbitro de las distintas y legítimas aspiracion­es de los segundos, hay que inclinarse por la segunda opción, pues es la única que garantiza poder errar sin que se trunquen las aspiracion­es.

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