Y después de un fuego, ¿qué?
Un estudio de la UdG aconseja dejar en pie un 30% de los árboles quemados después de un incendio
Cuando un incendio forestal arrasa un bosque no siempre es necesario replantar. “La regeneración natural de especies como el pino blanco, la encina o el alcornoque es muy buena en este país”, explica el biólogo de la Universitat de Girona (UdG) Pere Pons, coautor de un estudio sobre buenas prácticas encaminadas a la recuperación de flora y fauna en bosques mediterráneos después de un incendio. Talar fuera de épocas de reproducción animal, no utilizar maquinaria pesada para evitar la compactación del suelo y mantener en pie entre un 20% y un 30% de los árboles muertos son algunos de los consejos que da el investigador de este proyecto, bautizado con el nombre de Anifog y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.
El campo de pruebas para poner en práctica todos esos consejos y evaluar sus resultados son los bosques del santuario del Vilar de Blanes, donde un incendio calcinó el pasado verano un total de 27 hectáreas, la gran mayoría de masa arbórea. Los investigadores llevan a cabo un seguimiento de cuatro grupos de animales (hormigas, escarabajos, arañas y caracoles) para saber si el ecosistema se está regenerando correctamente. Pons explica, por ejemplo, que contar con una buena diversidad de hormigas es beneficioso ya que ayudan a dispersar las semillas de las plantas, mientras que los escarabajos ayudan a regenerar la madera quemada y se convierten en alimento para pájaros, y las arañas desempeñan un importante papel depredador.
La idea de los investigadores es dar continuidad a su trabajo en otros bosques calcinados y sentar las bases de cómo las instituciones, administraciones, profesionales y propietarios forestales deben actuar después de un fuego si quieren contribuir a la recuperación natural del ecosistema. “Queremos que estos consejos se tengan en cuenta en la gestión de los bosques quemados”, afirma.
Una gestión en muchos casos errática, ya que en la mayoría de los incendios forestales se tala por completo el bosque. “La tala total tiene un impacto negativo sobre el suelo, la fauna, la vegetación y la captación de CO2 para el ecosistema”, advierte el investigador. Por eso recomienda dejar en pie al menos unos 300 árboles quemados por hectárea, especialmente los de mayor diámetro, ya que aguantarán más tiempo erguidos, son menos inflamables y propagan el fuego más lentamente. Si no es posible, el investigador recomienda mantener al menos las copas (ramas y hojas), una vez separadas del tronco, y hacer montones. “Son nutrientes para el suelo, ayudan a retener el agua de lluvia, evitan la erosión y permiten que una parte de la madera se quede en el ecosistema”.
En Blanes, por ejemplo están ensayando unos pilones antierosión con las ramas de los árboles y parte del tronco que permiten retener el agua de lluvia y al mismo tiempo son refugio para la fauna. Un trabajo que ha contado con la ayuda de jóvenes del Agrupament Escolta i Guia Pinya de Rosa de Blanes.
La demanda maderera para finalidades energéticas a partir del año 2010 ha ido in crescendo. Según datos de la Generalitat, se estima que el mercado de la biomasa para estos usos representa el 50% del total, mientras que el 45% se emplea para hacer palés y embalajes y sólo el 5% restante, para muebles. La madera quemada se exporta mayoritariamente a centrales térmicas de Francia e Italia para fabricar electricidad.
Las hormigas, los escarabajos y las arañas son un síntoma de buena salud en un bosque calcinado