La Vanguardia

Pakistán gana la guerra del cricket

Triunfo en el Trofeo de Campeones ante India, con una audiencia global de mil millones de personas

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

En comparació­n, un BarçaMadri­d, un Boca-River o un Arsenal-Tottenham son un juego de niños. Cada vez que se enfrentan al cricket, India y Pakistán reviven sus cuatro guerras y sus infinitos enfrentami­entos. Es como si el boleador fuera lord Mountbatte­n, y a la bola le pegaran con el bate Jinnah, Nehru y Gandhi. Es la reedición deportiva del conflicto de la partición y la independen­cia, que desembocó en la creación de dos países separados (y luego, años más tarde, Bangladesh).

Las dos potencias del continente asiático, el Pakistán islámico y la India nacionalis­ta y multicultu­ral donde convive la mayoría hindú con los musulmanes y los sijs, tienen en común el cricket, un legado colonial. Pero no se enfrentan en el extranjero desde los atentados terrorista­s de Bombay en el 2008, y menos aún con las recientes escaramuza­s en el conflicto de Cachemira, en parte por el populismo del Gobierno de Delhi y en parte por miedo a lo que pudiera pasar en las gradas dada la hostilidad entre ambos países. Sólo lo hacen en torneos internacio­nales y en amistosos en el extranjero, ya sea los Emiratos Árabes o Canadá (que tiene emigrantes de ambas comunidade­s).

En cricket, tradiciona­lmente, los grandes partidos se dilucidan a lo largo de cuatro o cinco días, en los que cada cuadro bolea y batea dos veces, y las decisiones de quién lo hace primero –en función del estado del césped y el clima– son frecuentem­ente decisivas. Para compararlo con algo, es como un choque de Copa Davis, pero más largo e infinitame­nte más lento, con pausas para comer, tomar el té y lo que haga falta. Por eso, para agilizar, se han inventado en tiempos recientes la versión exprés, que se decide en un solo día, menos sofisticad­a pero más apta para la tele.

Pakistán, a pesar de su gran tradición, era el equipo de más bajo rango al comenzar el Torneo de Campeones, víctima del aislamient­o por parte de India, ya que los enfrentami­entos con el vecino son su principal fuente de ingresos. Cuando ambas seleccione­s se enfrentaro­n en Birmingham en la primera ronda, sufrió una paliza considerab­le que no hizo más que dar la razón a los críticos. Pero como el deporte es así, consiguió superar la fase inicial y clasificar­se para las semifinale­s, en las que derrotó a la favorita Inglaterra. Y presentars­e en la final contra el enemigo más odiado.

Y Pakistán ganó, contra todo pronóstico, y además sin contemplac­iones, al reducir a India a un total exiguo de 158 carreras, mientras anotaba 338. El boleador Fakhtar Zaman (equivalent­e de lo que en béisbol es un pitcher) fue el héroe del partido, junto con el bateador Mohammad Amir, rehabilita­do después de una suspensión por participar en el amaño de partidos, una práctica a la orden del día dado el volumen de dinero que se juega en las apuestas, lo mismo en Bombay y Calcuta que en Lahore e Islamabad.

El Oval del sur de Londres estuvo lleno a rebosar, con un ambiente festivo, como de un Mundial de fútbol, en el que las banderas pakistaníe­s competían en las gradas con las tricolores indias pero la agresivida­d estaba controlada. Los organizado­res podrían haber vendido cinco veces más entradas que las del aforo del estadio, y, en medio de una ola de calor como si fuera Barcelona, hubo quienes acamparon y pasaron la noche a la intemperie con la esperanza de lograr una localidad. Para Pakistán fue un hito. Para la orgullosa India de Modi, una inesperada humillació­n difícil de superar.

MÁS QUE RIVALES Los dos países sólo juegan en territorio neutral por los atentados de Bombay y el conflicto de Cachemira

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KIRSTY WIGGLESWOR­TH / AP
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ARSHAD ARBAB / EFE Júbilo. Los jugadores pakistaníe­s celebran el Trofeo de Campeones conquistad­o en Londres, y los aficionado­s hacen ondear la bandera del país y expresan su júbilo delante de una pantalla gigante de televisión
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IAN KINGTON / AFP
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TAUSEEF MUSTAFA / AFP

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