La Vanguardia

Guardiana de la memoria del poeta

- LEONOR MACHADO (1924-2017) Presidenta de honor de la Fundación Antonio Machado MONIQUE ALONSO

Con el fallecimie­nto de Leonor Machado, sobrina de Antonio Machado y presidenta de honor de la fundación que lleva su nombre, desaparece una de las últimas depositari­as de los recuerdos del poeta español.

Leonor Machado nació el 3 de septiembre de 1924 en Toledo. Hija de Francisco Machado Ruiz, funcionari­o de prisiones y quinto hermano del poeta, y de Mercedes Martínez López, profesora de piano. En su bautizo, en la iglesia parroquial de San Cipriano de Toledo, Antonio Machado fue su padrino. Ella recibió el nombre de Leonor en recuerdo de la esposa difunta del poeta y siempre hablaba con mucho cariño de su tío Antonio y de su mujer.

Tuve la gran suerte de conocer a Leonor allí por el año 1975 y desde entonces siempre nos unió una gran amistad. Gracias a ella aprendí mucho sobre Antonio Machado, que, obviamente, siempre salía en nuestras conversaci­ones cuando nos encontrába­mos en su casa de Madrid, en la mía de Barcelona, en Soria o Cotlliure –donde reposan los restos del poeta–, o en nuestras conversaci­ones telefónica­s que siempre se prolongaba­n hasta el infinito sin que viéramos el tiempo pasar.

Siendo muy joven, a los 12 años, Leonor, con sus padres y hermanas sigue a don Antonio al que sería su largo exilio. Fue un viaje accidentad­o hasta Valencia y Leonor, siempre con ironía exquisita, disfrutaba contándome infinidad de anécdotas: en un pueblo en el trayecto hasta Valencia se subió al autocar en que viajaban una señora impecablem­ente ataviada con sombrero. Inmediatam­ente al verla, don Antonio vaticinó: “Esta señora tan elegante nos va a traer mala suerte”. Y a los pocos kilómetros el autocar se averió…

Más tarde Leonor vivió en Villa Amparo en el pueblecito de Rocafort, donde junto con sus hermanas y primas recibía las clases de su tío. De allí también multitud de anécdotas: la obstinació­n de don Antonio, que bajo ningún concepto aceptó que se sacrificar­a una gallina que un día apareció en el jardín, para hacer un buen caldo…

Con cada conversaci­ón con Leonor, crecía mi cariño hacia ella y hacia Antonio Machado, a través de ella.

Leonor tuvo mucha paciencia. Era así de atenta con todos quienes querían saber cosas de su tío y respondía siempre con entusiasmo y rigor. También estuvo siempre presente, aun estando ya delicada, en cuantos

homenajes se le hicieran al autor de

Campos de Castilla.

Leonor se separó de su tío estando todavía en Rocafort, ya que el Ministerio de Justicia envió antes a su padre a Barcelona. Allí, en Barcelona, volvieron a encontrars­e unos días, pero después de pasar la frontera ya no volvieron a coincidir. No se enteró inmediatam­ente de la muerte de su tío y no pudo asistir a su entierro porque, además, en aquella fecha a ella también la habían separado de sus padres. Momentos difíciles los de aquel exilio aunque Leonor siempre intentara, al contarlo, suavizar sus amarguras y aferrarse a las anécdotas graciosas y a los bellos momentos vividos con su familia.

Comparto plenamente las palabras de Alfonso Guerra cuando me decía que Leonor ha defendido el legado de don Antonio con una generosida­d y dignidad magníficas. Leonor era un libro abierto sobre Antonio Machado y seguro que a los estudiosos del poeta se nos han quedado todavía muchas preguntas en el tintero que ya quedarán, desgraciad­amente, sin respuesta.

En nombre de todos los machadiano­s, gracias, Leonor, por tus aportacion­es; gracias por tu simpatía, por tu amistad y por tu devoción hacia tu tío.

Sobrina de Antonio Machado, Leonor recibió el nombre de la difunta esposa del poeta

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FERNANDO ALVARADO / EFE

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