De niña a (súper) mujer
Dirección: Patty Jenkins Intérpretes: Gal Gadot, Chris Pine, Robin Wright, Connie Nielsen, Elena Anaya Producción: EE.UU. 2017
La típica película de superhéroes habla de unos tipos con superrecursos pero, también, con superproblemas. Todo es desmesurado, incluso los efectos especiales. Pero lo más desmesurado es el cinismo que gastan los supers mientras reparten leña y salvan el mundo, con desapego de tipos duros.
Wonder Woman, que es otra de súpers, aporta sin embargo una mirada nueva. Un aire fresco que tan bien le sienta a cualquier género cuando empieza a hipertrofiarse. Los poderes de la chica –Gal Gadot, que impone presencia y seducción a su mujer maravillosa– son equivalentes a los de sus colegas masculinos: vuela, para balas, patea culos, se enfrenta a ejércitos ella sola.
La diferencia está en los superproblemas. En la manera que tiene WonderGadot de afrontarlos. Ahí es donde uno encuentra el mayor encanto del filme, en la ingenuidad que muestra sin pudor. Estamos ante una súper(mujer) vulnerable en sus sentimientos, acogedora y cálida. Que al final hace del candor su poder más poderoso, valga la redundancia. Todo lo contrario del habitual cinismo propio de sus colegas masculinos, un cinismo compartido por buena parte de las heroínas que han poblado la pantalla, desde la Ripley de Alien a la Sarah Connor de Terminator, pasando por la sosa Lara Croft.
Wonder/Gadot es, exagerando, como una inocente Marilyn –“Happy birthday, mister president”– dispuesta a repartir estopa tan sólo por conseguir que el mal no sea el valor supremo. Es una súper enamorada, además. De Chris Pine. Con ella, el amor está en el aire sin por eso convertirse en un mero objeto a su servicio. Tampoco está ahí, luchando por la justicia, para que los tipos duros le den caña, la admiren o viceversa. No va de sex symbol, no. Luce sus piernas, como dice la misma Gadot, porque va mejor para pelear.
Wonder Woman abunda en incongruencias y sinsentidos, y por momentos avanza como Dorothy por el mundo de Oz. Pero en su camino reivindica valores extraños, como que ella está ahí para algo más que para hacer de comparsa de esos tíos en mallas. Es sensible y reivindica esa sensibilidad, y, en su inocencia, resulta casi subversiva.