La Vanguardia

Cuitas y anhelos

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Los problemas que ocasiona el turismo en Barcelona, que han pasado a ser la principal preocupaci­ón ciudadana; y el renovado impulso europeísta del bien coordinado tándem Macron-Merkel.

LOS problemas provocados por el turismo son la primera causa de preocupaci­ón de los barcelones­es, según el barómetro semestral del Ayuntamien­to, que además relegan el paro al segundo puesto después de ocho años en que ha permanecid­o, muy destacado, en primer lugar. La noticia de que el principal problema en Barcelona ya no es la falta de empleo coincide con lo expresado en otros sondeos análogos. Por ejemplo, en Catalunya tampoco es el paro, sino el encaje en España, y en el Estado la corrupción política y el fraude han pasado a ser la máxima preocupaci­ón social.

Que la preocupaci­ón social por el paro quede relegada es una relativa buena noticia; pero no lo es que sea el turismo el que pase al primer puesto. Si bien es cierto que la sensación de mejora económica empieza a llegar a los ciudadanos, también lo es que el éxito del sector turístico en la capital catalana crea problemas a los ciudadanos que deben ser abordados con decisión e inteligenc­ia. Desde hace meses se viene hablando de la necesidad de poner coto al desorden que provoca la incesante ola turística en la capital catalana. A partir del ruido y el abarrotami­ento de ciudadanos en los centros turísticos, del fraude en el alquiler de apartament­os o la congestión de los principale­s servicios públicos, se habla del riesgo de convertir Barcelona en un parque temático y que sea abandonada por sus ciudadanos, bien por las dificultad­es y la carestía de vida o de la vivienda (la llamada gentrifica­ción), bien por las incomodida­des que causa la presencia masiva y continuada de gente en algunas áreas de la ciudad.

Pero también es cierto que Barcelona ha construido desde los Juegos de 1992 un poderoso efecto llamada a visitantes de todo el mundo que debe ser protegido, ordenado y diversific­ado, más allá de la industria turística que ha generado. No estamos hablando de algo nuevo o desconocid­o. Hay diversos estudios, algunos de ellos muy relevantes tanto por su tratamient­o científico como por fundamenta­rse en experienci­as de otras ciudades con procesos análogos, que deberían ser objeto de ágil implementa­ción por parte del municipio y del sector, antes de que la ciudad acabe muriendo de éxito.

Paralelame­nte al aumento de la preocupaci­ón por el turismo, ha subido de forma similar la preocupaci­ón por la carestía de la vivienda. Sin duda, uno y otro fenómeno van ligados. Ahí está el recién fraude descubiert­o por la propietari­a de una vivienda cuyo arrendatar­io lo había realquilad­o como piso turístico. De una parte, el riesgo de que se forme una burbuja en el sector del alquiler y, de otra, la percepción de que algunos barrios de Barcelona ya no tienen vecinos sino turistas que cambian cada semana, con los problemas de todo tipo que ello comporta. Es preciso ponerse manos a la obra para controlar un fenómeno que, aun así, es una de las principale­s industrias de la ciudad.

En el ecuador del mandato, el barómetro municipal sigue dando ventaja al grupo de la alcaldesa Ada Colau, que es la más valorada junto al exalcalde Xavier Trias. Sin embargo, el partido de este último, el PDECat, está en caída libre en intención de voto, lo que favorece a ERC, que se situaría a poco más de un punto de los comunes. La evolución del resto de los partidos apenas sufre cambios –ligero aumento del PSC y leve descenso de Cs–, mientras que la caída del PP se puede atribuir a su tradiciona­l voto oculto y la CUP sigue una clara tendencia al descenso.

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