Cerco a Soros en Hungría
El Gobierno del nacionalista Orbán diseña leyes para acotar las actividades filantrópicas del millonario estadounidense
La nueva ley aprobada a mediados de mes por el Parlamento de Hungría, para reforzar el control gubernamental sobre las oenegés, afianza el cerco que el primer ministro nacionalista, Viktor Orbán, está trazando en torno al multimillonario estadounidense de origen magiar George Soros, mecenas de varias oenegés de ese país. Orbán y los suyos le consideran propagador de ideas contrarias a la Hungría que quiere Fidesz, el partido del primer ministro.
La ley, aprobada el 13 de junio, obliga a las oenegés que reciben más de 23.000 euros de donantes extranjeros a informar de quienes son esos donantes, a identificarse en sus documentos como “organización financiada desde el extranjero”, y a inscribirse como tales. Las oenegés dicen que eso busca laminar su credibilidad, y que se pretende sofocar las voces independientes. Oenegés afectadas, como TASZ (Unión Húngara por las Libertades Civiles) o el Comité Húngaro de Helsinki por los Derechos Humanos, dijeron en un comunicado que “la ley es un ataque dirigido a silenciar a organizaciones que tienen el coraje de ayudar a los oprimidos”.
Por su parte, los autores de la ley sostienen que “es de interés público fundamental que la sociedad y los ciudadanos vean claramente los intereses que representan estas organizaciones; grupos de interés extranjeros se afanan por aprovecharse de las organizaciones civiles”, informa Reuters desde Budapest.
Tanto TASZ como el Comité Húngaro de Helsinki reciben sustanciosas donaciones de Open Society Foundations (OSF), organización fundada en 1984 por Soros para, según sus estatutos, “construir sociedades vibrantes y tolerantes, cuyos gobiernos les rindan cuentas y sean abiertos a la participación de todas las personas”. Desde entonces, OSF ha donado a escala mundial 12.000 millones de dólares (unos 10.700 millones de euros) para ese fin. La organización –muy activa en países del Este– prioriza “la protección y mejora de las vidas de gente de comunidades marginadas”.
El propio Soros, de 86 años, posee una biografía que contribuye a comprender los principios de su Open Society Foundations. Nacido en Budapest en 1930 en una familia judía, Soros se salvó de la persecución nazi durante la ocupación alemana de Hungría porque la familia se hizo con documentación falsa. Acabada la guerra, y convertido el país en satélite soviético, Soros se marchó a Londres en 1947, donde trabajó para costearse los estudios en la London School of Economics. En 1956 emigró a Estados
Las oenegés y la universidad CEU que financia el magnate son vistas como “grupos de interés extranjeros”
Unidos, donde se metió en finanza especulativa y amasó una gran fortuna. En ese ámbito no le han faltado polémicas: así, entre otros lances, en 1992 se convirtió en “el hombre que hizo saltar el Banco de Inglaterra” al lanzar un ataque especulativo contra la libra esterlina. La revista Forbes le considera la 29.ª fortuna mundial.
Curiosamente, el propio Viktor Orbán, de 54 años, fue becado por Soros cuando era un joven estudiante anticomunista. Orbán, que se presentará a las elecciones en abril del 2018, tacha ahora a la Open Society de red mafiosa que amenaza la soberanía nacional. La hostilidad contra Soros arrecia. Una campaña del Gobierno ha representado en carteles al financiero como un titiritero, con una iconografía que recuerda a las caricaturas antisemitas de los años treinta, informa Afp.
La otra institución vinculada a Soros que el Gobierno del conservador Orbán detesta es la Universidad Centroeuropea (CEU), cofundada por el magnate, con sede en Budapest desde 1993 tras despegar dos años antes en Praga. La CEU, con 420 profesores y 1.500 estudiantes, ofrece estudios de Ciencias Sociales, Humanidades, Derecho y Administración Pública. Otra ley reciente, que los observadores consideran hecha a medida para apretar a Soros, exige que las universidades extranjeras presentes en Hungría (hay 28) tengan un campus universitario en su país de origen. La CEU no lo tiene, y ahora está negociando con el estado de Nueva York para instalar uno allí y eludir así el veto.