La Vanguardia

Lecciones para Sánchez

- Fernando Ónega

Decíamos hace una semana que el objetivo que une a la izquierda española es derribar a Rajoy. Lo anteponen a cualquier propuesta que se identifiqu­e con su ideología: la lucha contra la desigualda­d, por ejemplo. Pablo Iglesias sueña con otra moción de censura “antes de Navidad”. Pedro Sánchez estrenó la secretaría general del PSOE con un final de capitán de barco: “Rumbo a la Moncloa” fue la última frase de su discurso. Como idea fuerza de su mensaje también propuso crear una “mayoría alternativ­a” que desbanque al PP; que lo “eche de las institucio­nes”, dijo con más contundenc­ia el líder de Podemos.

En esas condicione­s comenzó su mandato Pedro Sánchez: empujado por sus propias ansias de llegar a la Moncloa, después de haber tenido ese palacio a su alcance hace un año, y frenado por sus compañeros de partido, que le dicen: “A la Moncloa o llegas bien o no llegas, y la forma de llegar bien es ganar las elecciones”. Antes de soñar con tal conquista, el señor Sánchez debería revisar lo ocurrido esta semana, que quizá le deje todas las lecciones que debe aprender un aspirante a gobernar.

Primera lección: antes de hablar de plurinacio­nalidad, conviene saber cuántas naciones hay en España y decirlo sin miedo. Si se trata de dar satisfacci­ón a Catalunya, dígase. Si se trata de una reforma global del Estado de las autonomías, dígase también. No es presentabl­e que la señora Lastra, su número dos, no sepa responder cuántas naciones les salen, ni que el ejemplo de Estado plurinacio­nal sea Bolivia, con 36 naciones, alguna con menos de un centenar de habitantes, y la mayoría, con menos de un millar. Si ese es el modelo, en España podría ser nación cualquier comarca con alguna singularid­ad.

Segunda lección: si las ansias de echar a Rajoy dominan sobre cualquier otro mensaje, puede ocurrir lo que sucedió ayer: que Radio Nacional emitió el testimonio de un oyente que se quejaba de que los políticos sólo piensan en el poder y se olvidan de los ciudadanos. Es posible. Al menos, esa es la sensación que dejaron los movimiento­s y palabras de los últimos diez días. Y eso crea desapego hacia toda la clase política, pero singularme­nte hacia quien muestra esas urgencias por alcanzar la poltrona presidenci­al.

Tercera lección: Pedro Sánchez, como cualquier dirigente, tiene derecho a tener sus propias ideas. En ningún sitio está escrito que haya que respaldar un acuerdo de comercio, aunque sea con Canadá. Lo que castiga la opinión pública y hace dudar de la solvencia del líder es la inestabili­dad de criterio. Si en breves días, casi horas, se pasa del sí al no, y del no a la abstención, ese líder suscitará desconfian­za.

Y lección cuarta: la podemizaci­ón. Ignoro si Podemos ejerce sobre Sánchez tanta fascinació­n como le atribuyen desde el PP. Pero debe contar con esa forma de ataque, de compra tan fácil en determinad­os medios. Cuidado con esa imagen, don Pedro. Mantenga distancias. Mire a Catalunya: si el PDECat juega al independen­tismo, los independen­tistas prefieren al original, que es Esquerra. Si el PSOE juega a Podemos, la izquierda votante también preferirá al original.

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EMILIO NARANJO / EFE El líder del PSOE, Pedro Sánchez
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