La Vanguardia

Puesta de largo Macron-Merkel

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TRAS sesenta años de vida, la Unión Europea ha crecido, se ha multiplica­do y decide muchos más aspectos ordinarios del día a día de los ciudadanos de los que estos creen, pero hay algo invariable: París y Berlín marcan el rumbo. Cuando el eje –o la locomotora– no funciona, como ha sucedido con el tándem Merkel-Hollande, la fuerza del continente se diluye y transmite debilidad. El abandono del Reino Unido, las circunstan­cias de España e Italia y el comportami­ento errático de potenciale­s puntos de apoyo en el este de Europa –caso de Polonia– refuerzan el argumento. Ayer, los dos líderes de Francia y Alemania escenifica­ron este liderazgo compartido tanto en las formas –rueda de prensa conjunta– como en el fondo –“cuando Alemania y Francia hablan con la misma voz, Europa puede avanzar. No es quizás una condición suficiente pero sí necesaria”, dijo el presidente de Francia en la capital belga–.

El entendimie­nto franco-alemán es decisivo este 2017 para dar un nuevo impulso frente a los desafíos urgentes, entre ellos el Brexit. Las esperanzas depositada­s en Emmanuel Macron son grandes –acaso excesivas–, tanto como la confianza en la reelección en septiembre de la canciller Merkel. El peso de la historia y los factores económicos otorgan a Francia y Alemania el privilegio de marcar el rumbo y la obligación de sacar a Europa de un período incierto, problemáti­co en lo financiero y alejado de algunos valores esenciales (léase la dubitativa acogida al flujo de refugiados de Siria). Por primera vez en varios años, como bromeó Macron, los líderes europeos no han hablado de Grecia.

De momento, el Brexit no suscita fisuras y las propuestas del viernes de Theresa May –garantizar los derechos de los ciudadanos comunitari­os en el Reino Unido– fueron replicadas al unísono por los líderes de los Veintisiet­e: es un buen punto de partida, pero no “un gran avance”. Si el portazo británico ya fue un shock, ningún Estado miembro parece dispuesto a conceder a Londres divisiones europeas a modo de propina.

El clima de entendimie­nto franco-alemán tampoco garantiza el relanzamie­nto ni la unidad de criterios automática. La agenda europea es compleja y variada, como quedó en evidencia en el escaso eco que recibió el presidente Macron en su afán de que Bruselas frene las inversione­s y adquisicio­nes de China, sobre todo en sectores considerad­os estratégic­os. Con todo, la sintonía Berlín-París constituye la mejor baza para el porvenir de Europa. Toda la energía del sur o el centro de Europa es bienvenida. Y es necesaria. Pero la esperanza la aporta el tándem Merkel y Macron.

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