LA TRADICIÓN DEL MONÓLOGO
El cultivo de las artes retóricas se traduce, en Italia, en una fuerte tradición por el monólogo. Son auténticos virtuosos. Hay múltiples ejemplos. El escritor Dario Fo, premio Nobel en 1997, fue un caso muy sobresaliente. Unos años antes de morir, ya muy mayor, mantuvo un encuentro con corresponsales extranjeros, en Roma, e hizo una genial demostración de sus capacidades para el monólogo y para el histrionismo. Otro gran especialista es Roberto Benigni, ganador del Oscar con La vida es bella. El cómico toscano ha protagonizado en los últimos años actuaciones magistrales en televisión, siempre en solitario. Destacaron sus shows dedicados a la Constitución italiana (fue analizando los artículos principales, con humor pero también con profundidad de análisis) y a los diez mandamientos. Son igualmente célebres los ácidos e inteligentes monólogos de Adriano Celentano. En la vertiente cómica, uno de los monologuistas por excelencia es hoy Maurizio Crozza, gran imitador de políticos y figuras públicas. Y no debe olvidarse a Beppe Grillo. La eclosión de su criatura política, el Movimiento 5 Estrellas (M5E), que aspira a conquistar el poder, fue fruto de su sátira, de sus mítines por toda Italia, que no eran otra cosa que largos monólogos, destinados a hacer aflorar la rabia interior de la gente contra los partidos tradicionales y a empujarles a votar por un cambio rupturista.