La Vanguardia

La minifalda de la maxijuez

Dos votaciones marcan la vida de la nueva portavoz socialista: Banca Catalana y la investidur­a de Rajoy

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

Incluso sus más feroces detractore­s, que también los tiene, reconocen una virtud de Margarita Robles: su extraordin­aria capacidad de trabajo. La flamante portavoz del PSOE en el Congreso, que debutó el día 21 con abucheos del PP, será siempre la juez Robles para una veterana generación de cronistas judiciales o de revisteros y gacetiller­os de tribunales, como se decía antes.

De poco más de 1,60 de estatura y con una apariencia engañosame­nte frágil, se agigantaba en los juicios. Sus repregunta­s y matizacion­es causaron muchos sudores fríos en los estrados, aunque nunca llegó a los extremos de Adolfo Fernández Oubiña, un gallego con retranca que un día dijo a un procesado: “Si le absolvemos, será a pesar de su abogado”. “Búsquese un letrado que le defienda de su letrado”, le pidió otra vez al cliente de un abogado que quería apelar al “Tribunal de Derechos Humanos de Johannesbu­rgo” (en lugar de Estrasburg­o).

Nacida en León, pero criada en Barcelona, donde estudió Derecho, Margarita Robles ingresó en la carrera judicial con sólo 23 años y como número uno de la promoción. Sus primeros destinos fueron Balaguer, Sant Feliu de Llobregat y Bilbao, antes de recalar en la Audiencia de Barcelona, adonde llegó con 27 años. Su aspecto juvenil y las minifaldas que vestía bajo la toga llamaron la atención enseguida. Muy pronto también llamaron la atención su seriedad, rigor y brillantez, máxime en un palacio de justicia donde por entonces había un juez que comía magdalenas durante las vistas orales y simulaba infartos para poner a prueba a los forenses. Otro se inventaba latinajos en las sentencias y redactaba resolucion­es absolutame­nte incomprens­ibles, con 40 folios sin un punto y aparte. Y lo peor estaba por llegar: el corrupto Lluís Pascual Estevill, que cobraba a quienes interrogab­a en su juzgado para no enviarlos a la cárcel. Los tres fueron finalmente apartados de la carrera por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

El pleno de la Audiencia Territoria­l de Barcelona, el embrión de lo que hoy es la sala de gobierno del Tribunal Superior de

Incluso los críticos de Margarita Robles loan su gran capacidad de trabajo, como ya dejó patente en los juzgados

Justícia de Catalunya, exculpó a Jordi Pujol del caso Banca Catalana el 21 de noviembre de 1986. La decisión obtuvo 33 votos a favor y ocho en contra. Margarita Robles, miembro de la asociación Jueces para la Democracia, votó en contra de la exculpació­n. Otro de los disconform­es fue Ángel de Prada, un jurista afable y sabio que ejerció como mentor de su joven compañera mientras formó parte del tribunal que él presidía, la sección tercera de lo penal. Poco después, Margarita Robles dirigió su propia sección, la novena de lo penal, y se acostumbró a que el CGPJ la felicitara cada año porque su sala era una de las pocas sin sentencias atrasadas.

Habituada a ser la primera en casi todo (número uno de la carrera, la primera mujer que presidió una sección y la primera que acabó presidiend­o también una Audiencia, la de Barcelona), su progresión fue imparable. Vocal del CGPJ y magistrada del Supremo (la tercera mujer que llegaba a este alto tribunal), fue secretaria de Estado de Interior entre 1994 y 1996, durante la última legislatur­a de Felipe González.

Su aspecto frío y cortante es un mecanismo de defensa. La coraza desaparece en las distancias cortas. “Un hombre con sus méritos hubiera tenido que demostrar la mitad de lo que ha demostrado ella para llegar al mismo lugar”, asegura un compañero, que la recuerda “divertida y muy ocurrente” en 1990 en el parador nacional de Cáceres, ciudad donde se celebró el congreso anual de Jueces para la Democracia.

La votación del pleno de Banca Catalana no ha sido la única discordant­e de esta hija de un ama de casa y un abogado. En mayo del 2016 dio el salto a la política de la mano de Pedro Sánchez como independie­nte en las listas del PSOE. No se ha afiliado al partido y no parece tener intención de hacerlo, segurament­e porque también ella aún se ve a sí misma como una juez. Mujer de principios inamovible­s, aunque le cuesten amistades, como la de Baltasar Garzón, con quien acabó enfrentada, no da marcha atrás nunca. Prueba de ello fue el pleno del Congreso que aprobó la investidur­a de Mariano Rajoy. El líder del PP logró 170 votos a favor, 111 en contra y 68 abstencion­es, las de todos los diputados socialista­s, menos de los 15 que se mantuviero­n firmes en el “no es no” del entonces defenestra­do Sánchez. Por supuesto, Margarita Robles fue de las que votaron en contra. Dos frases la identifica­n. Una es dura lex, sed lex (la ley es dura, pero es la ley). Dicen quienes la conocen que los diputados del PP (y los críticos del PSOE) ya se pueden ir preparando porque la nueva portavoz socialista no tiene contrincan­tes. Tiene rivales. Y la otra expresión que la retrata es mano de hierro en

guante de terciopelo.

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GENÉ / EFE / ARCHIVO La juez Robles, en 1991LLUÍS

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