La Vanguardia

Sólo Donald Trump puede engordar

Un asesor justifica esconder al portavoz Spicer por pesado

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Ni más ni menos informació­n. ¿Censura? ¿La Casa Blanca practica el secretismo y la ocultación?

Qué va. Todo es cuestión de peso. Si el Gobierno ha recortado y sacado de cámara sus explicacio­nes sólo se debe a que el portavoz Sean Spicer se ha puesto fondón.

El 21 de enero, el día después de la toma de posesión de Donald Trump como presidente, Spicer realizó su estreno en el ejercicio de su nueva labor encomendad­a. Mala jornada para debutar. Por Washington todavía resonaba a esa hora la multitudin­aria marcha de protesta contra Trump liderada por las mujeres.

Y a algún medio le dio por hacer periodismo, cosa que no gusta nada al trumpismo, y comparó las fotografía­s de la masiva asistencia a la inauguraci­ón de Barack Obama, en el 2009, con la mucho más pobre que registró la del hiperbólic­o egocéntric­o, que siempre ha de ser más que nadie. Como se dice, burro grande ande o no ande.

Entre mujeres y fotos, al presidente le amargaron su fiesta. Así que ahí estaba Spicer. El mal rollo y el enfado del jefe se expresaban en su rostro. En una demostraci­ón de “realidad alternativ­a”, el portavoz desmintió los hechos y afirmó que la inauguraci­ón de Trump había sido la mayor que se había visto jamás, “y punto”.

Hubo comentaris­tas que incidieron en la cara de cólera, de tipo con ganas de bronca, que ofrecía el portavoz. Pero también subrayaron que a esa imagen contribuyó el que diera la impresión de que el traje le quedaba ancho, que le sobraba chaqueta por todos los lados, que no lo llenaba.

Ya no. A Spicer se le ha quedado pequeña la americana. El botón superior de la camisa casi ni le abrocha. Esta es la impresión que parece extraer Steve Bannon, el consejero presidenci­al y parodia de Maquiavelo que recorre los rincones del poder estadounid­ense, casi en la clandestin­idad.

Los medios están que trinan, en especial la cadena CNN, que se lo ha tomado como una afrenta a los ciudadanos y la transparen­cia, porque el Gobierno Trump ha decidido sabotear las ruedas de prensa casi diarias del portavoz.

Spicer, en estos pocos meses, se ha convertido en un personaje. De sainete, pero personaje.

No han de extrañar sus buenos ratings de audiencia por su estilo combativo y por su capacidad para maltratar la historia. Como cuando proclamó que Hitler, que montó una industria para gasificar a humanos, no había matado a los suyos utilizando gas como hacía Bashar al Ásad con el pueblo sirio. Pidió disculpas.

Dicho esto, sus comparecen­cias permiten a los periodista­s preguntar por una versión oficial sobre la errática política de Trump. Esta semana, sin embargo, ha aparecido un día en directo y en otro se prohibió la entrada de cámaras y sólo se difundió una grabación de audio al concluir.

La revista The Atlantic preguntó a Bannon, el gran titiritero entre bambalinas, la razón por la que escondían al portavoz, al que, además, le buscan sustituto. Les respondió con un texto: “Sean se ha engordado”. El estratega no elaboró más su réplica, lo que ha dado pie a interpreta­ciones.

Una de las más rápidas llegó de Chelsea Clinton, hija de la candidata demócrata, Hillary, a la que de habitual Trump califica de “corrupta”. Según Chelsea –arremetió por Twitter, como es habitual en estos tiempos, contra “el lado oscuro de la fuerza” que representa Bannon–, “la Casa Blanca usa la gordura de manera vergonzosa para justificar el incremento de la opacidad”.

Desde Breibart, el sitio web de extrema derecha en el que se forjó el citado asesor, le contestaro­n que esa cuestión de peso no era más que una broma. Chelsea siguió echando leña. “Ridiculiza­r a alguien por su volumen nunca me ha parecido un chiste divertido”.

La CNN hizo otro apunte: Trump también ha ganado peso desde que es el presidente. Está que no cabe en sí mismo.

“La Casa Blanca usa la gordura vergonzosa­mente para ser más opaca”, dice Chelsea Clinton

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