La Vanguardia

Amor al Papa

- Juan José Omella

El próximo 29 de junio, Solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, viene determinad­o por la escena que tuvo lugar en la región de Cesarea de Filipo, cuando Jesús preguntó a sus discípulos “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Y ante la respuesta contundent­e y clara de Pedro –no podía ser otro–, “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo” (Mt 16,16), el mismo Maestro define la figura de lo que a lo largo de los siglos y hasta el final de los tiempos es el fundamento de la Iglesia, la institució­n nacida del amor de Dios a los hombres y sacramento de salvación.

El pueblo cristiano, basándose en las fuentes de la revelación, la Sagrada Escritura y la tradición, así como en el testimonio de los Santos Padres, ha sostenido siempre la convicción que nace de la fe que “donde está Pedro está la Iglesia”. Eso quiere decir que este mismo pueblo conoce con certeza el camino que conduce a la salvación, guiados por la Iglesia y por el Papa. Este mismo pueblo cristiano, sencillo y coherente, ha designado a los sucesores de Pedro con el nombre de Vicario de Cristo, es decir, aquel que representa a Cristo.

El Papa, desde san Pedro hasta Francisco, es la seguridad de que disfruta la Iglesia ante las tempestade­s de todo tipo que ha sufrido y que sufrirá hasta el fin del mundo. ¿Qué se espera de nosotros en un día tan señalado como el día del Papa? Plegaria, amor y respeto. Vivamos esta consigna acuñada en la Iglesia desde la antigüedad: “cum Petro et sub Petro” (unidos a Pedro y obedeciend­o a Pedro, ya que representa a Cristo). Sí, en él vemos a Cristo. De aquí que todos los papas –los 266 que hasta hoy lo han sido– nos merecen la considerac­ión propia de un hijo de Dios que ama la Iglesia. No nos sirven estos “matices” tan humanos, y tan poco coherentes, de este Papa sí o aquel Papa no. Siempre el Papa es “el dulce Cristo en la tierra”, como se refería santa Caterina de Siena, una mujer doctora de la Iglesia y que vivió unos momentos realmente dramáticos y a la vez apasionant­es. Si el Papa, en palabras de esta santa, es Cristo, es el dulce Cristo en la tierra, amaremos al Papa, rogaremos por él, lo seguiremos “sea lo que sea”. Nunca opondremos un Papa a otro.

Felicitamo­s al papa Francisco en esta fiesta tan importante. Cristianos todos, os invito a seguir al Papa, por la radio y por la televisión. Pero, sobre todo, a escucharlo, a leerlo. Gracias a los medios de comunicaci­ón tenemos la oportunida­d de seguir al papa Francisco en sus homilías de Santa Marta, tan llenas de amor a Dios, de frescura, de sentido común y de amor a la Iglesia. Y lo mismo se tendría que decir sobre las audiencias o sobre la plegaria del Ángelus, que tenemos a nuestro alcance en las publicacio­nes diocesanas y en internet. Traed las palabras del Papa a la plegaria: nos hará bien a todos en este afán de Francisco por hacernos ver a Dios, “rico en misericord­ia”.

El Papa es la seguridad de que disfruta la Iglesia ante las tempestade­s de todo tipo que ha sufrido y que sufrirá

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