La luz nace en Nashville
La segunda obra en solitario de Auerbach tiene rasgos fascinantes, toques de genialidad a la que no son extrañas su carrera y la de su colega en los Black Keys, Patrick Carney. Un toque que arranca con esa admirable luminosidad que recorre cada una de las diez composiciones incluidas en el volumen y que define toda la obra en sí. Dos ejemplos sobresalientes de este muestrario podrían ser, sin pestañear, Malibu man y Stand by my girl, pero la realidad es que en
Waiting on a song difícilmente se puede encontrar algún paso en falso o faena por aliñar.
Con su campo de operaciones/ inspiraciones en Nashville, donde ha ubicado su sello discográfico Easy Eye Sound, Auerbach ha confeccionado su segundo álbum a solas tras aquel Keep it hid, aparecido hace ocho años; una obra que se podría calificar positivamente de retro a nivel musical, mirándola en forma de carta de amor a sonidos como el r’n’b de los años sesenta y aquel soft rock que tanto abundó una década después. Más concretamente es admirable su reelaboración –más allá del simple trabajo de corta y pega– de esa composición country-soul-rock tan setentera en Estados Unidos y tan deudora de pequeñas glorias como Lee Hazelwood y como se puede testimoniar en Shine on me, con hermosos punteos de Mark Knopfler. Todo ello desemboca en una musicalidad que se aleja de la habitual con los Black Keys, sonando aquí todo confortable, nada denso ni procesado. Y, como se decía al principio, plena de luminosidad.