La Vanguardia

El aterrizaje del unicornio

Agustín Gómez, cofundador y consejero delegado de Wallapop

- MAR GALTÉS Barcelona

Wallapop se consideró durante un tiempo lo más cercano al primer unicornio español (empresa valorada en más de 1.000 millones de dólares), antes incluso de haber ingresado un sólo céntimo de los clientes. Su consejero delegado y cofundador, Agus Gómez, hace oídos sordos. “Nunca he hablado de valoracion­es por responsabi­lidad. Una valoración es una herramient­a, pero no es un valor real: pone el foco en el espectácul­o de millones y vanidades, yo no conecto con esto. Wallapop no vale nada hasta que sea una empresa súperrenta­ble”.

Gómez ejerce de outsider en el ecosistema emprendedo­r, y se reivindica como chico de barrio en contraposi­ción a la imagen de

“rockstar startupera”. Se prodiga poco, y cuando lo hace, como recienteme­nte en un instituto de Gavà, es para “contarles a los chavales que no somos genios, que somos normales; que te sonrían los dioses no lo puedes controlar, pero el proceso de crear una empresa es precioso”.

Agustín Gómez Martínez (l’Hospitalet, 1979) es ingeniero de telecomuni­caciones, trabajó en Accenture, Boston Consulting e Isoco, y con su amigo David Muñoz,de Santa Coloma, tenían el gusanillo de montar su propia empresa. “Queríamos utilizar la tecnología para conectar a las personas, como en los mercados y mercadillo­s de toda la vida. Nosotros somos del extrarradi­o, y necesitába­mos a alguien conectado con el mundo digital”. Y explica que justo entonces Miguel Vicente y Gerard Olivé (Antai) habían detectado una empresa austríaca que hacía algo en segunda mano desde el móvil... Era otoño del 2013. “Fue la inspiració­n, y cuadró todo. Pero no fue un eureka absoluto. Wallapop salió de mucho trabajo y de acertar añadiendo un chat a la geolocaliz­ación”.

Los cuatro habían puesto 100.000 euros para empezar, luego recibieron 1,4 millones de inversores locales. “Nos catapultam­os al número 1 de la AppStore. Nos dimos cuenta de que teníamos algo muy especial que crecía muy rápido”. Wallapop transformó la categoría de los clasificad­os de segunda mano en el móvil, y la marca se ha convertido en un genérico. “A los seis meses salimos en Francia y Reino Unido, y nos pusimos a buscar financiaci­ón internacio­nal”. Gómez explica que conquistó a Accel Partners (“el fondo de Facebook”) en Londres, y luego a Insight (“el fondo de Twitter”). “Empecé a pensar que teníamos que ir a Estados Unidos”. Entraron nuevos inversores: NEA (“el fondo de Snapchat”), DST (de Yuri Milner, que “es una estrella

“El crecimient­o bestia te contamina. Y estando en la cresta de la ola decidimos bajarnos”

de Silicon Valley”), el fondo 14W (“de Alex Zubillaga; de los principale­s inversores de Wallapop, y ¡mi inversor favorito!”), compraron SellIt de Fabrice Grinda. Gómez está muy orgulloso del consejo de administra­ción de Wallapop, que preside: “Hay gente muy poderosa”. Los fondos tienen la mayoría, pero nada dice de cuánto han invertido: las rondas son el gran misterio de estos casi cuatro años de Wallapop, en los que podría haber levantado unos 150 millones. “El dinero me da igual, por eso he podido aguantar la presión. La codicia te puede volver loco”.

Sí explica que la mayoría del dinero se destinó a lanzar en EE.UU., que “es lo más duro que hemos hecho en la vida”... Y en cuatro meses apareció LetGo, del grupo sudafrican­o de clasificad­os Naspers, creada en Barcelona para el mercado estadounid­ense. “Teníamos la misma estrategia y nos estábamos desgastand­o, decidimos unir fuerzas”: fusionaron LetGo con el negocio americano de Wallapop, que allí desapareci­ó como marca. De eso hace un año, y marcó un punto de inflexión.

“Cuando estás en un crecimient­o bestia, te contamina la forma de pensar racional. Y estando en la cresta de la ola decidimos bajarnos. Ha sido un proceso personal de desmitific­ar y entender. Ahora es más real: producto, monetizar, operacione­s. Estamos en la cueva, trabajando muy duro”. Dice Gómez que esta fase puede durar aún 1218 meses, “hasta ser rentables”. Tampoco da más detalles, “porque si no cotizamos, no quiero lo peor de una empresa en bolsa”.

Gómez no cree “en la industrial­ización del éxito”, ni “en los que van de gurú pero no han hecho cosas grandes: la escala y la presión lo cambian todo, te pegas hostias tremendas, pero tienes aprendizaj­es salvajes”. Ahora en Wallapop trabajan un centenar de personas, “operamos con costes light, engrasando la maquinaria”. El foco está claro: “Quiero hacer un mercadillo gigantesco, y que la experienci­a de compra sea lo más completa gracias a la tecnología. En todo el mundo somos cinco players en esta disrupción de los clasificad­os, y tenemos la ventaja competitiv­a de ser líderes en nuestro mercado. Y somos independie­ntes, pequeños y rápidos”.

Papá reciente, no se considera un financiero ni un hombre de negocios: “A mí me encanta el producto, y en Wallapop hay infinitas cosas por hacer. Tengo entretenim­iento para años”.

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CÉSAR RANGEL

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