La Vanguardia

El efecto bumerán

- Enric Sierra

El viernes alguien sonrió en la sala de máquinas del gobierno de Barcelona cuando salió la encuesta semestral que recoge las cuestiones que más preocupan a los vecinos de la ciudad. Sonrió porque, como se veía venir, el turismo ya ha alcanzado el podium de la lista de problemas de Barcelona. Objetivo conseguido, debió pensar el sonriente estratega. Los meses de esfuerzo alimentand­o un estado de opinión turismofób­ico han dado su fruto: el turismo es el principal problema de Barcelona por encima del paro, la situación económica de las familias o la vivienda. Eso sí, cuando la encuesta pregunta cuál es el principal motivo de preocupaci­ón personal, los ciudadanos se sinceran y vuelven a colocar en primer lugar al paro, la situación económica, la vivienda… mientras que el turismo cae hasta la décima posición.

¿En qué quedamos? ¿Qué es lo más grave que le sucede a la ciudad? Está claro que nos encontramo­s ante un nuevo ejemplo de un estado de opinión inducido. Es evidente que Barcelona está estresada por el efecto del turismo que, por otra parte, ha ayudado a bajar el paro y, por tanto, a mejorar la situación económica de los barcelones­es. Pero existen dos factores que son, sin duda, los más preocupant­es: los efectos de la devastador­a crisis que siguen muy presentes en la ciudad y la enorme burbuja inmobiliar­ia que nuevamente se ha inflado en Barcelona ante la incapacida­d de reacción del conjunto de las administra­ciones.

No obstante, el sonriente ocupante de la sala de máquinas municipal podría mudar el semblante en poco tiempo cuando perciba el peligro de que el bumerán de la turismofob­ia lanzado en su día a propósito puede volver en forma de crítica ciudadana hacia el gobierno de la ciudad por la imposibili­dad de la autoridad local de resolver el problema que han incentivad­o. Este riesgo existe porque la solución a los efectos del turismo y de la vivienda, no están en las manos del Consistori­o. Son asuntos que dependen de leyes que deberían impulsar los estamentos supramunic­ipales y que están ausentes en estos temas. A pesar de ello, los ciudadanos reclaman respuestas a la administra­ción local porque está liderada por políticos que hicieron bandera de todos estos males y prometiero­n en su momento que los resolvería­n.

Quizás esté ahí una de las explicacio­nes del freno al crecimient­o electoral de BComú que se muestra en el mencionado barómetro. Dos años después de su victoria, turismo y vivienda son problemas irresuelto­s y en clara expansión. Hay tiempo para pinchar la burbuja de opinión creada entorno al turismo, aunque también se podría desinflar sola si, como empieza a detectarse, otros destinos turísticos competidor­es de Barcelona sacan rendimient­o al ambiente hostil generado en la capital catalana. Habrá que estar atentos. Mientras tanto, alguien del puente de mando municipal debería bajar a la sala de máquinas para ordenar que dejen de echar carbón a la caldera de la tensión ciudadana porque les puede explotar bajo sus pies. Y si eso sucede, a nadie le quedará ganas de reír.

El clima de turismofob­ia alimentado por el Consistori­o se puede girar en su contra si es incapaz de revertirlo

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