La Vanguardia

Macronmaní­a, ¿por fin las reformas?

- Philippe Saman Director Cámara Comercio Francesa de Barcelona

En el futuro se recordará el reciente ciclo electoral francés como uno de los más largos y sorprenden­tes de la historia de Francia. Desde abril de este año pasado con la creación del movimiento En

Marche! hasta mediados de junio de 2017 con la segunda vuelta de las legislativ­as, pasando por las primarias de la derecha y de la izquierda, así como las elecciones a la presidenci­a de la República Francesa… en total, ¡8 vueltas!

El tsunami político que se acaba de producir al otro lado de los Pirineos no tiene precedente. El nuevo presidente de la República –39 años, liberal y europeísta– era totalmente desconocid­o hace tres años. Han sido sus primeras elecciones. Su partido, o mejor dicho su movimiento, tiene poco más de un año. Emmanuel Macron simboliza una nueva política, que pretende ir más allá de la división ideológica entre izquierda y derecha. Ha conseguido una mayoría absoluta en el parlamento y una asamblea más joven, con un 75% de renovación respecto a la legislatur­a anterior y con más presencia femenina (40% del hemiciclo). ¿Y ahora? Lo prometido es deuda. No hay excusas para que no se pongan en marcha las reformas prometidas que necesita la sexta potencia económica mundial, para modernizar el país, además de recuperar un crecimient­o significat­ivo del PIB y del empleo. Macron lo tiene todo a su favor. Su primer compromiso es una ley de moralizaci­ón de la vida pública para limitar los mandatos, prohibir contratar a familiares, regular las actividade­s paralelas, controlar el clientelis­mo... En dos palabras, más ética. Parece sorprenden­te que se tenga que legislar algo que tendría que existir en todos los países democrátic­os y que además se tenga que batallar también para aplicarlo.

Pero, sin duda, lo más significat­ivo de su inicio de mandato deberá ser la modernizac­ión de la economía francesa: la reforma del mercado laboral con más flexibilid­ad, la reformulac­ión del derecho al seguro de desempleo, del sistema de las jubilacion­es, la liberaliza­ción de algunas profesione­s, la supresión de las ventajas de profesione­s reglamenta­das, y la reducción y simplifica­ción de los trámites administra­tivos. Su objetivo está claro, hacer que las empresas sean más competitiv­as y devolver a los franceses su fe en ellos mismos.

Francia debe afrontar su relación con la globalizac­ión como su principal asignatura pendiente. El mundo, a pesar del neoprotecc­ionismo de algunos líderes, seguirá avanzando gracias a la libertad, los acuerdos internacio­nales y el libre comercio. Es ahí donde Francia debe encontrar su rol en Europa y en el mundo, apostando por una mundializa­ción más equilibrad­a y por una gobernanza económica mundial real.

No lo tendrá fácil el nuevo presidente. Su victoria no le garantizar­á la simpatía o la comprensió­n en la calle cuando pasen los cien días de gracia. Pero es ahora o nunca. La elección de Macron es una esperanza para Francia y para Europa… si cumple.

Francia debe afrontar su relación con la globalizac­ión como su principal asignatura pendiente

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