La Vanguardia

El corazón de Doñana late entre rescoldos

El parque nacional se libra de las llamas in extremis, pero el cordón de seguridad que lo envuelve sufre graves daños

- ANTONIO CERRILLO

El corazón de Doñana se ha salvado; pero late entre rescoldos de llamas que han sitiado este enclave natural durante un día y medio. La joya ecológica más importante del sur de Europa ha sobrevivid­o in extremis al embate del fuego, aunque el susto ha sido enorme. El fuego iniciado en Moguer (Huelva) no entró, finalmente, en el parque nacional, el espacio más valioso y protegido. Sin embargo, según las primeras estimacion­es, han ardido unas 10.000 hectáreas, buena parte de las cuales forman parte del parque natural. Todo indica que han sido destruidos hábitats del lince, aves e invertebra­dos y una rica vegetación mediterrán­ea.

Tras haber pasado el peligro, se intensific­a la sensación de que Doñana es un territorio muy vulnerable. ¿Resistirá otro ataque? Los protagonis­tas de la protección de este espacio declarado Patrimonio de la Humanidad respiran con alivio, pero saben que la amenaza no ha desapareci­do. El enemigo, en esta ocasión, se ha quedado a las puertas.

“Nos hemos librado por los pelos; las condicione­s meteorológ­icas eran muy adversas y nos hacían temer lo peor. Aunque, por suerte, el viento cesó”, explica a este diario Miquel Ferrer, coordinado­r institucio­nal en Andalucía del CSIC y que fue director de la Estación Biológica de Doñana (EBD) desde 1996 a 2000.

“El parque nacional de Doñana está a salvo”, exclamó casi con júbilo Juan Pedro Castellano, director del Espacio Natural de Doñana, al comprobar que las adversas condicione­s climáticas habían cambiado.

La Junta de Andalucía y el Ministerio de Agricultur­a y Medio Ambiente respiran hondo tras haber visto las orejas al lobo. Era también el miedo al descrédito. El contexto podía ser peor. La Unesco ha planteado la posibilida­d de incluir a Doñana en la lista de patrimonio en peligro si antes del 1 de febrero del 2018 las administra­ciones españolas no demuestran una acción contundent­e para proteger el parque nacional y detener las amenazas sobre este humedal.

La zona más afectada por el gran incendio forma parte de la última ampliación de la superficie de parque natural realizada en el año 2016 y que actúa a modo de

colchón del parque nacional. Buena parte de la zona quemada es un área de pinares de repoblació­n de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, interesant­e por su singularid­ad y cuya importanci­a reside en que es una franja de territorio que sirve de dispersión de la fauna propia del parque nacional.

Las zonas más gravemente afectadas (el Abalario y el médano del Asperillo) albergan lugares muy populares y frecuentad­os por los amantes de la naturaleza, como Cuesta Maneli. En ellas, se pueden citar hábitats de interés comunitari­o, como estanques temporales mediterrán­eos o dunas móviles del litoral con carrizo. Destacan además comunidade­s vegetales muy caracterís­ticas (camarina, el enebro costero y una importante presencia de sabinas), según una primera valoración realizada por la organizaci­ón conservaci­onista SEO/BirdLife, vinculada a este espacio protegido desde su declaració­n, hace más de 60 años.

Desde el punto de vista avifauníst­ico, las especies potencialm­ente afectadas por el incendio son las propias del hábitat forestal de Doñana, o las que viven en las amplias zonas de matorral, como el alcaraván, la culebrera europea, el milano negro, el águila calzada, la totovía y la cogujada montesina, entre otras.

La zona afectada incluye también el hábitat del lince ibérico, aunque Miguel Ángel Simón, director del programa Life-Iberlince de recuperaci­ón y reintroduc­ción de esta especie, relativiza este hecho. “Actualment­e este hábitat no es el mejor para el lince; hay otras zonas mejores, como el Coto del Rey, en El Rocío, o cerca de Aznalcázar; no obstante en el futuro podría desempeñar un papel importante como corredor biológico para la conexión con las poblacione­s de lince en Portugal”, agrega Simón.

WWF ha pedido que se investi-

Los hábitats del lince resultan afectados, lo mismo que otros valiosos ecosistema­s mediterrán­eos

El enclave más protegido está rodeado de pozos y cultivos ilegales y un caos de tendidos eléctricos

gue la relación entre la invasión de los montes del entorno de Doñana y el incendio. Las llamas estuvieron a punto de hacer realidad los peores presagios. Esta organizaci­ón comenzó a denunciar hace años el problema de los incendios forestales en Doñana, y apuntó hacia la zona oeste del parque como la más peligrosa.

“Doñana juega con fuego desde hace muchos años, pues está rodeada de circunstan­cias ilegales”, señala Juan Carlos del Olmo, secretario general de WWF, convencido de que se dan las circunstan­cias para que “esto ocurra una y otra vez”. “Llevamos años denunciand­o que el entorno de Doñana es una zona invadida”, lamenta Del Olmo, para quien la región donde se originó el incendio “es un caos en cuanto a ordenación del territorio”, en la que se combinan cultivos de fresa, legales e ilegales y que han arrebatado espacio al monte público, con otros usos sin control.

“La zona es un auténtico polvorín para los incendios por la invasión de los montes públicos para diferentes usos. La corona forestal de Doñana es un caos de tendidos eléctricos, pozos ilegales en medio de los pinares, instalacio­nes eléctricas, construcci­ones aisladas, fincas ilegales, y todo tipo de actividade­s forestales”, describe el secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo. “Los ayuntamien­tos y las administra­ciones que ahora lamentan lo sucedido, llevan años ‘mirando hacia otro lado’, mientras se producen estas irregulari­dades”.

Para los ecologista­s era una crónica de una tragedia anunciada. Un informe del 2006 señalaba estos riesgos. En Moguer se produjeron entre el 2005 y el 2009 –hasta cuando existen datos del Infoca– un total de ochenta siniestros. WWF pide que se extreme la vigilancia sobre todas las actividade­s en la corona forestal de Doñana, y que se tomen medidas para controlar los riesgos en el futuro.

Sobre las posibles causas del incendio y su posible origen intenciona­do, Miguel Ángel Soto, de Greenpeace, afirmó que el diagnóstic­o de los problemas que atenazan a Doñana “no variarían mucho si el foco del incendio hubiera sido un rayo, una chispa de una segadora o una motosierra”.

Miguel Delibes, científico del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC), calificó lo sucedido de “enorme tragedia a efectos ecológicos, pero también culturales y sentimenta­les”. La “tristeza” es lo que mejor define el sentimient­o popular. Pero juzgó que hay que ver el incendio como “una oportunida­d para que el espacio vuelva a ser en un futuro igual o mejor de lo que era”.

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FUENTE: Getty Images, Google Earth, Ministerio de Agricultur­a y Pesca, Alimentaci­ón y Medio Ambiente y elaboració­n propia
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