La Vanguardia

La venganza se sirve fría

El NK Rijeka, víctima durante mucho tiempo de la política croata, ha puesto fin a la racha de 11 ligas consecutiv­as del Dinamo Zagreb

- Rafael Ramos

La historia de la ciudad croata de Rijeka está marcada por las guerras y conflictos políticos en el centro de Europa, y la historia del NK Rijeka está marcada por dos escándalos arbitrales, a cual más clamoroso. El primero ocurrió en la Copa de la UEFA de la campaña 1984-85. Tras ganar el partido en casa a uno de los grandes gigantes europeos por 3-1, en la vuelta fue derrotado por 3-0 después de que un árbitro belga le pitara un penalti injusto en el minuto 67 y expulsara a tres de sus jugadores. A uno de ellos, según el acta, por “insultarle”, ¡a pesar de que era sordomudo de nacimiento!

Adivina, adivinanza. ¿Quién pudo ser esa gran potencia del continente que, en un año de horas bajas en que no disputaba la Copa de Europa, necesitó semejante escándalo para clasificar­se, y eventualme­nte ganar la competició­n en la final contra el Stuttgart? Una pequeña pista: el partido en cuestión tuvo como escenario el Santiago Bernabeu.

El Rijeka sabe muy bien lo que es ser víctima de la política, lo mismo europea que nacional. Porque catorce años después, en la temporada 98-99, sólo necesitaba una victoria en casa frente al Osijek para ganar la liga de Croacia, y, con el partido 1-1, marcó un gol en el minuto 89 que fue anulado por supuesto fuera de juego. Analizado exhaustiva­mente con tecnología digital en la televisión, quedó demostrado más allá de toda duda que ningún delantero estaba por delante del último defensa, y el tanto debía haber permanecid­o en el marcador. El Croatia Zagreb (actual Dinamo de Zagreb), del que era hincha fanático el presidente de la República Franjo Tudman, se proclamó campeón. Posteriorm­ente se reveló que los ser- vicios de inteligenc­ia del país tenían órdenes de espiar a árbitros, periodista­s y dirigentes federativo­s, para asegurarse de que “el equipo correcto” ganaba el campeonato...

Tudman murió en diciembre del 99, pocos meses después de ese escándalo, y muchos seguidores del Rijeka piensan todavía que fue un castigo de los dioses. Sin él a sus espaldas, el Dinamo de Zagreb siguió acumulando títulos, y tiene en sus vitrinas cuatro ligas y siete copas de la antigua Yugoslavia del mariscal Tito, y catorce copas y dieciocho ligas croatas, las últimas once de manera consecutiv­a.

Sólo este año se ha visto interrumpi­da esa racha, y ha sido precisamen­te el Rijeka el que lo ha conseguido, derrotando en la penúltima jornada por 4-0 al modesto Cibalia Vinkovci, y evitando así un choque decisivo en la última fecha del calendario precisamen­te contra el Dinamo. El eventual campeón empezó el torneo como una moto, llegando imbatido a la pausa invernal que se hace en Croacia, con un balance de dieciséis victorias y cuatro empates, gracias sobre todo a una defensa acorazada. Pero la venta de Matej Mitrovic al Besiktas turco para hacer caja hizo que se resintiera la retaguardi­a, y en los primeros siete partidos de la segunda vuelta concedió tantos goles como en los veinte anteriores, quedándose reducida su ventaja al frente de la tabla a sólo dos puntos. Fue suficiente, sin embargo, para cruzar la línea de meta, conquistar la primera liga de su historia, y vengar de alguna manera aquella injusticia del 99.

La ciudad de Rijeka, uno de los grandes puertos del Mediterrán­eo, ha estado desde hace siglos en el meollo de todos los grandes dramas y conflagrac­iones de Centroeuro­pa. Ha sido parte de Italia (en italiano se llama Fiume, río), del Reino de Hungría (por deseo expreso de la emperatriz María Teresa), del Imperio Austrohúng­aro, del Reino de los Croatas, Serbios y Eslovenos, de Alemania, de la antigua Yugoslavia, y de Croacia. Fue ocupada por el poeta y líder político italiano Gabriele d’Anunzio, y por una fuerza internacio­nal. Dos centenares y medio de sus ciudadanos murieron víctimas de una masacre perpetrada por los nazis, y en la segunda guerra mundial la mitad de sus edificios quedaron destruidos.

Una historia convulsa donde las haya, y la del NK Rijeka no es más que su pálido reflejo. Los orígenes del club se remontan al US Fiumana, que compitió en diversas categorías del calcio italiano y ya jugaba en el mítico Estadio Kantrida, un balcón al Adriático que actualment­e está siendo renovado. En 1946, tras la cesión de la ciudad por Italia a Yugoslavia al concluir la guerra, fue refundado, con nombre en los dos idiomas, como SD Kvarner y SS Quarnero. Tras la llegada del comunismo, ganó cuatro copas, dos de ellas consecutiv­as en 1978 y 1979. Pero nunca la liga, ni en la época de Tito ni tras la guerra de los Balcanes y la independen­cia de Croacia. Hasta este año, en que por fin se ha tomado su vendetta.

Sus orígenes se remontan a cuando la ciudad era parte del Italia, y el club se llamaba US Fiumana

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