La amenaza del terrorismo
Con los sangrientos atentados de la casa cuartel de Vic (1991) y de Hipercor (1987) todavía presentes, la amenaza de ETA era una de las grandes preocupaciones de las autoridades y los organizadores de Barcelona’92. A menos de un mes de la inauguración de los Juegos, La Vanguardia publicó una entrevista de Domingo Marchena a Ferran Cardenal en la que el entonces gobernador civil de Barcelona mantenía la cautela pese a que las actuaciones policiales habían conseguido acabar con la capacidad operativa de la banda terrorista en Catalunya. El COI había elogiado repetidamente los trabajos en esta materia que se habían realizado desde el Gobierno, que sumó a la lucha antiterrorista una ingente dotación de efectivos en la ciudad, pero Cardenal seguía pidiendo no bajar la guardia.
Barcelona afrontaba también la amenaza del terrorismo global, y la sombra de la matanza de los Juegos Olímpicos de Munich’72 planeaba tras la primera guerra del Golfo (19901991). Eso hizo que la policía española prestase una atención especial a las delegaciones de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Israel y otros aliados.
Las medidas de seguridad acabaron siendo efectivas y durante la cita no sólo no se registró ningún incidente en materia de terrorismo, sino que la seguridad ciudadana, ejercida también por la Guardia Urbana y las policías locales de las subsedes olímpicas, permitió que los índices de delincuencia disminuyesen durante aquellos días pese a la asistencia masiva de turistas y la presencia de las delegaciones olímpicas. No obstante, algunos equipos, como el dream team estadounidense, recurrieron a la seguridad privada.
El suceso de las falsas giraldillas en el Mundial de Atletismo de Sevilla de 1999 demostró que en Barcelona las cosas se hicieron bien.