La Vanguardia

Del 92 al proceso

- Francesc-Marc Álvaro

Cena con la gran periodista italiana y escritora Concita De Gregorio, que ha presentado la versión castellana de Parece que fuera es primavera (Anagrama), novela intensa –que aguijonea– basada en una historia real durísima. Somos pocos a la mesa –todos amigos– y el ambiente favorece las confidenci­as. De Gregorio –que es hija de toscano y de catalana, y que mantiene una relación especial con Barcelona– nos pregunta sobre las interiorid­ades del proceso catalán. Mientras algunos dicen que eso aburre, el asunto interesa a los observador­es europeos con más criterio. Siempre que debo explicar la política del país a una persona de fuera descubro algo que no sabía. Un ejercicio muy saludable.

Al recordar que hace un cuarto de siglo que Barcelona acogió los JJ.OO., comento a la ilustre colega de La Repubblica que hoy, paradójica­mente, muchos pujolistas y muchos maragallis­tas de antaño trabajan juntos en el campo soberanist­a. Los antiguos adversario­s han llegado a las mismas conclusion­es. El éxito de la Catalunya de Pujol y el éxito de la Barcelona de Maragall están en la base del crecimient­o del independen­tismo, pero eso no se dice mucho. Ferran Mascarell –que hoy presenta libro– es un magnífico ejemplo de esta fusión de visiones. Ponemos el foco sólo sobre las reacciones que genera la recentrali­zación impulsada por el PP y asumida por el PSOE, y olvidamos otros factores. Durante muchos años, la ciudadanía votaba Pujol en las elecciones catalanas y Maragall en las municipale­s de Barcelona (y González en las españolas). Aquella complejida­d explica la revuelta soberanist­a a partir de 2010, que –como sabe bien De Gregorio– no tiene nada que ver con la Lega Nord.

Ayer, Enric Juliana publicó una pieza muy interesant­e sobre Josep Miquel Abad, que fue el consejero delegado del COOB’92, el hombre fuerte de un proyecto histórico que regaló una épica indolora a una determinad­a generación, la que había accedido muy joven al poder gracias a la muerte de Franco. Desgraciad­amente, cuando el cronista le pregunta por el momento político en Catalunya, Abad no quiere hablar de ello. Es una lástima, aunque no cuesta mucho interpreta­r su silencio. A mí me gustaría saber qué piensa Abad de la conversión al independen­tismo de Ernest Maragall y de algunas personas relevantes que habían militado en el PSUC, como él mismo.

Los nexos entre Barcelona 92 y el proceso existen. Más de lo que parece. Y no me refiero a las campañas del “Freedom for Catalonia”, ni a las pitadas al rey, ni a las torturas de los independen­tistas detenidos por orden de Garzón, por las cuales nadie ha pedido perdón. Hablo del fracaso de un modelo nacional y territoria­l que –marcado por la intentona golpista del 23-F de 1981– se vendió como perfecto aquel verano en que sonaba “Barcelona es poderosa, Barcelona tiene poder”. El poder siempre ha estado en otro lugar, he ahí la cuestión.

Muchos pujolistas y muchos maragallis­tas de antaño trabajan juntos en el campo soberanist­a

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