La siembra del miedo
Sembrar miedo para cosechar sumisión y docilidad es la senda del autoritarismo. De ahí el malestar al leer la frase de Carles Puigdemont de “nos tienen miedo, y más les daremos”, lanzada como presidente de la Generalitat a un grupo de alcaldes proclives a ceder espacios para el 1 de octubre. Señalemos que vanagloriarse de infundir miedo revela una condición muy pobre. Contrasta, por ejemplo, con el comportamiento que prescribe la Cartilla de 20 de diciembre de 1845 a tenor de la cual el guardia civil ha de ser “siempre fiel a su deber, sereno en el peligro, y así desempeñando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza, será más respetado que el que con amenazas sólo consigue malquistarse con todos”. Por eso, añade la Cartilla, “debe ser prudente sin debilidad, firme sin violencia y político sin bajeza, de modo que no deba ser temido sino de los malhechores, ni temible, sino de los enemigos del orden”. De ahí que haya de procurar “ser siempre un pronóstico feliz para el afligido”.
Todo indica que el presidente de la Generalitat, hoy, mientras se celebra el
Independence Day en Estados Unidos, se propone brindar detalles sobre la convocatoria del 1 de octubre, novela de intriga y suspense donde –en ausencia de normas promulgadas tras el correspondiente debate y aprobación parlamentaria– se recurre a una alocución con decibelios multiplicados por la megafonía para enfervorizar a los adictos y atemorizar a los discrepantes, una vez presentada Catalunya como víctima de la pérfida España, merecedora de todos los desafectos y de todos los enconos. Llegados aquí, convendría preguntarse si no sería mejor salvar la cara solicitando ayuda de los equipos de desactivación de explosivos y evitando plantear un conflicto de lealtades a los inermes bajo disciplina, sometidos a una doble e incompatible obediencia a escala de la Generalitat y del Gobierno, cuyo presidente Mariano Rajoy acaba de advertirles también que han de honrar la ley.
En cuanto a la papeleta electrónica, se recomienda la lectura del libro de Roberto Casati contra el colonialismo digital, donde se demuestra que el voto manual en el colegio electoral es el único que protege el secreto y, por tanto, la libertad del elector.