“A la inteligencia artificial le falta el sentido común”
Pese a los grandes avances, hay obstáculos aún difíciles de superar
Yo estoy en la cocina de la investigación, puedo aportar realismo y precaución. Mi visión está tocando con los pies en el suelo, evitando las exageraciones que escuchamos últimamente”. Así se presentó ayer, ante el auditorio del Fòrum Esade, Ramon López de Mántaras, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial (IIIA), y una de las voces europeas más autorizadas en la materia. Una constatación ilusionante ante la atenta mirada de su colega Kevin Warwick: “Últimamente se están realizando grandes progresos gracias a la computación de altas prestaciones, con acceso además a una gran cantidad de datos”.
Un escenario propicio en el que es necesario, no obstante, tomar algunas precauciones y desmontar falsos mitos. “¿Podemos hacer actualmente maravillas con la inteligencia artificial? No, porque hay muchas limitaciones, desafíos técnicos y problemas por resolver”, advierte este doctor en física e informática catalán. Para el investigador, en el centro del problema está un concepto tan fácil de comprender para un humano como difícil de alcanzar para una máquina. “La palabra clave es sentido común, porque a la inteligencia artificial lo que le falta es adquirir sentido común y razonar a partir de este sentido común”,
destaca. Desafío mayúsculo para computadoras pensantes, como
lo es también para muchos Homo
sapiens sapiens.
En el auditorio empezó a sonar música clásica, cargada de emoción. “Si no les aviso, podríamos pensar que un humano está interpretando esta partitura. Creamos un software que generase música y lo hiciese con expresividad, desviándose de la partitura, añadiendo su estilo. También lograron unos investigadores que una impresora 3D pintase un cuadro como si fuese Rembrandt; los entendidos en arte dijeron que fue como si el pintor hubiera resucitado..., cosas del marketing”, dice. Éxitos, pero también muchos fracasos.
“La inteligencia artificial tiene mucha capacidad de aprendizaje, porque imita, pero es poco robusta. Son sistemas muy específicos, que trabajan bien aquello concreto para lo que están programados, como jugar al ajedrez, pero para poder pasar a la versatilidad, a la generalización, necesitamos dotar las máquinas de sentido común”, insiste López de Mántaras, tras poner como malos ejemplos el Google Translate cuando se trata de traducir lenguaje oral o la poca agilidad de los sistemas de reconocimiento de voz. “En el mundo real la toma de decisiones es muy compleja porque se realiza sobre incertidumbres, sobre informaciones incompletas”, añadió antes de advertir tres grandes amenazas de la inteligencia artificial: “Privacidad, autonomía de las máquinas y desempleo”.