El Bulli y Mibu, al teatro
‘El tigre de Yuzu’ lleva al Mercat el encuentro entre Adrià e Ishida que cambió sus cocinas
cha vergüenza, se muestra satisfecho de la experiencia con unos artistas que están sacando cosas de él que ni él mismo imaginaba.
A Galván le gusta abrir puertas, plantear nuevas posibilidades estéticas y vivir sin guión. Eso explica, por ejemplo, que a raíz de su paso por Atenas con motivo de la Documenta, incorporara al elenco de La fiesta al coro bizantino Ensemble Polytropon, que no estuvo en el estreno austriaco. “Es el primer coreógrafo del mundo que trabaja con un coro bizantino”, dice su director, Panagiotis Andriopoulos, autor de un artículo que pone en relación la música bizantina y el flamenco.
Le acompañan también viejos conocidos como Caracafé, tocaor de las 3.000 Viviendas, que aquí también canta y actúa, y –atención– debuta con una guitarra cuyas cuerdas están tensadas sobre una pata de jamón. “No me espanto de sus ideas, porque ya lo conozco”, ríe. O Uchi, gitana “que ni canta ni baila, está; porque toda ella es baile, cante y compás”. Del lado del flamenco ha convocado también a El Niño de Elche (“pongo la voz, todos somos objetos sonoros más allá de que bailemos, cantemos o toquemos”), y los bailaores El Junco y Ramón Martínez, que baila sobre sus puntas con botas de tacón.
Alia Sellami, cantante francesa criada en Túnez, confiesa que no sabe muy bien cuál es su papel en la fiesta, pero en todo caso nunca había trabajado antes con alguien que pusiera tan en primer plano la singularidad y las diferentes personalidades de los artistas.
La violinista y bajista Eloísa Cantón también canta y baila, y Alejandro Rojas-Marcos, de profesión pianista, interpreta aquí el clavicordio y el armonio indio.
“Antes estaba yo y detrás, al fondo del escenario, la masa. Ahora la masa se me come y yo me uno a ella”, concluye Galván.
Hace 15 años Ferran Adrià y el chef de cocina tradicional kaiseki Hiroyoshi Ishida tuvieron un encuentro en Japón que cambió sus trayectorias. Las almas de las cocinas de El Bulli de Roses y el Mibu de Tokio se conocieron y se influyeron mutuamente. Hasta el punto de que Ishida acabaría llevando a El Bulli, durante toda una semana, la cocina –mesas y ollas incluidas– de su restaurante de Tokio. Y ese chispazo que aún dura se ha trasladado ya a un documental, a un manga y, ahora, al teatro. Hasta mañana se puede ver en el Mercat de les Flors en la programación del Grec El tigre de Yuzu. Un espectáculo con actores catalanes y japoneses apadrinado por Adrià e Ishida, que ayer lo presentaron en el restaurante Tickets. Un montaje que habla, dice el productor, Roger Zanuy, “del encuentro como chispa de la creatividad, de la superación personal y del diálogo entre dos personas y culturas y, también, entre presente y futuro”.
Zanuy recuerda que la historia que narran comienza el 2002 cuando Adrià es invitado a Japón a dar unas conferencias y su anfitrión le quiere impresionar y le lleva al Mibu, restaurante en el centro de Tokio que tiene sólo dos mesas y atiende a no más de ocho personas: “Ishida hace un tipo de cocina que es el punto contrario del círculo cromático de lo que es El Bulli. Si El Bulli es I+D, jugar con los sentidos, Ishida hace una comida muy sencilla de elaboración pero con un relato muy importante detrás. Basa sus platos en historias que hablan de leyendas, de historia del Japón. Ferran queda impresionado e invita a El Bulli a Ishida, que queda alucinado. Al volver a Tokio sus clientes le dicen que algo ha cambiado en su cocina, ha rejuvenecido. Está tan agradecido que decide ir a Roses a cocinar para los clientes de El Bulli”.
Adrià recuerda que fue con sus compañeros de El Bulli a Japón en el 2002 y “ese hecho es un icono brutal en el mundo de la gastronomía porque es la primera vez que de manera importante la cultura gastronómica occidental dialoga con Japón, no había pasado nunca. En Europa, Japón era sushi y sashimi. Y es otro mundo; si lo pones en el tuyo, cambia todo. La cocina de Japón fue un shock, hacen lecturas muy poéticas que aquí no. Tardamos, pero hacia el 2008 o 2009 esta alma del Japón entra en El Bulli. En los últimos cuatro años de El Bulli está el alma de Japón”. De hecho, Adrià asegura que la gastronomía japonesa es la más importante del mundo y aconseja a quien quiera ideas en cualquier ámbito que vaya a aquel país. “Para mí es la gasolina que tengo en el tema creativo para los próximos 30 años. Es una suerte cuando llevas 35 años de carrera”.
Ishida –que ha llegado a Barcelona acompañado de su esposa, Tomiko, y de buena parte de sus clientes, casi 40, que ayer pensaban a acudir al estreno con sus kimonos– dice que cuando conoció la cocina de Adrià “me quedé sorprendido. Nunca había visto algo así, era un sueño, una fantasía. Me influyó mucho y marcó un antes y un después. La cocina japonesa tradicional tiene muchas reglas y limitaciones. Gracias al encuentro salí de ellas. Aprendí mucho contigo, Ferran, sobre todo la personalidad, que es muy importante en la cocina, somos humanos y para ofrecer algo fantástico hemos de ser atractivos como personas. Me enamoré de tu personalidad”.
El director del montaje, Roger Julià, explica que el encuentro entre Adrià e Ishida se ha llevado a escena como si estuvieran grabando ahora el documental que se hizo entonces de todo el viaje, por lo que utilizan cámaras y música en vivo y proyecciones. La obra, concluye, pasa por “restaurantes, aeropuertos, templos, espacios íntimos e incluso por sus sueños, pero no va de cocina, va sobre la búsqueda de la felicidad, el ikigai, la razón de ser: qué estoy haciendo en el mundo y si hago lo que quiero hacer y como lo quiero hacer”.
“La dinámica del flamenco tiene ese lado salvaje que yo no he perdido”, dice el bailaor sevillano
Adrià dice que su encuentro con la cocina japonesa le ha dado gasolina creativa para 30 años