La antorcha no volverá a Ourense
La antorcha olímpica, ese mito. Cada vez que se acercan los Juegos, la antorcha entra en acción. 22 días antes del inicio de Barcelona’92, el facho olímpico dormía en Ourense, en la Galicia del sur y el interior, junto al río Miño.
El acontecimiento puso en movimiento a toda la provincia, que fue a asomarse al ayuntamiento, invitada por el alcalde, dispuesta a retratarse junto a la llama. En aquellos días, contaba Rafael Wirth, enviado a Ourense por La Vanguardia, los orensanos eran conscientes de que “probablemente nunca más ni Galicia ni Orense verán el paso de una antorcha olímpica. Y por eso esta ciudad ha entendido más que las restantes hermanas de la misma cultura el mensaje de los Juegos”.
Wirth también contaba que, en el momento en el que Marta Bobo –ex gimnasta, novena en Los Ángeles’84–, vecina de la ciudad, ubicaba la llama de Grecia en el pebetero de Ourense (22 h), “800 niños y niñas entre los seis y los 18 años comenzaron a hacer deporte”. El palacio de deportes del ayuntamiento permitió que se practicaran deportes para minusválidos, y también gimnasia, atletismo, baloncesto, fútbol sala, alpinismo y ajedrez. Los eventos se prolongaron hasta las 5.30 h de la madrugada.
Mientras la antorcha pasaba a Castilla y León, rumbo a Ponferrada, fuentes del palacio de la Zarzuela comunicaban que el rey Juan Carlos tomaría un relevo institucional tres días más tarde, al paso de la llama por Madrid. El comunicado venía a confirmar una noticia que La Vanguardia había adelantado en exclusiva algunos días antes. Estaba previsto que el Rey recogiese la antorcha de manos de un relevista, y que encendiera el fuego al anochecer, en un acto cerrado que debía celebrarse en el Palacio Real.