Un deporte con inquietudes
La inquietud, en la acepción más positiva del término (“inclinación del ánimo hacia algo”), que la gente del baloncesto siente por el futuro inmediato de su deporte se plasmó hace unos días en Barcelona en dos actos muy distintos pero igualmente interesantes. Por un lado, el simposio “Un baloncesto lo más inteligente posible: la visión europea”, organizado por la Fundación Aíto García Reneses con unos ponentes de lujo. Por otro, la tercera edición del día del Entrenador de la Federació Catalana, que reunió a un total de 380 técnicos de todos los niveles, desde las escuelas de baloncesto hasta la Liga Endesa, y unos cuantos periodistas.
Aíto no ha perdido el tiempo en ese año sin banquillo, cerrado ya con su fichaje por el Alba Berlín. Su fundación está impulsando diversas iniciativas, que van desde cambios en el reglamento hasta una posible liga universitaria española. De los primeros, el más drástico sería conceder dos puntos si el jugador que dispone de dos tiros libres transforma el primero. Ya no lanzaría el segundo, por supuesto. Si tuviera tres tiros libres, le darían tres puntos si entra el primero, sin más opciones. Si lo falla y anota el segundo, dos puntos. Con ello se dinamizaría el juego y cometer una falta tendría un castigo mayor.
Hay unanimidad sobre la necesidad de aplicar estrictamente el reglamento respecto a los pasos (“los pitamos mal, pero todo el mundo lo acepta así”, reconoció el árbitro José A. Martín Bertran) y las faltas antideportivas, de las que Eduardo Portela señala que “dejar hacer perjudica al gran jugador”. “Los mejores jugadores juegan menos tiempo aquí que en la NBA”, dejó caer Rafa Jofresa. Jordi Bertomeu apuntó que “cuesta apartarse de lo que se entiende como esencias del baloncesto, a pesar de que el baloncesto no se consume ahora como antes”. Y en este sentido reveló un detalle tremendo: los vídeos de dos minutos que la Euroliga montó sobre la última final four tuvieron una audiencia ¡diecinueve! veces superior a la transmisión en directo de los partidos.
Desde la distancia, Ettore Messina tiene dos sugerencias para favorecer al baloncesto europeo: que los jugadores de aquí no puedan ir a la NBA antes de los 22 años (aunque parece difícil que esto lo acepten los tribunales internacionales) y que los jugadores sobrantes de la NBA vengan cedidos a Europa, y no a la liga de desarrollo de la propia NBA, para competir a un nivel más alto.
Por su parte, Salvador Alemany presentó la idea de una liga universitaria (dos en realidad: una masculina y otra femenina), muy bien acogida por el Consejo de Rectores, “para eliminar la incompatibilidad entre practicar deporte a cierto nivel y estudiar una carrera y solventar el problema del paso de júnior a profesional”. Un dato revelador: cinco jugadores y ocho jugadoras de las selecciones españolas sub-20 están en universidades de Estados Unidos, donde en total esta temporada en primera división han actuado 45 jugadoras españolas. La liga, que de momento es solo una idea, se jugaría en pistas de las universidades y los equipos estarían vinculados a clubs de élite.
También la reunión de los entrenadores catalanes dio mucho de sí. Lo que más les interesa es la evolución táctica
Ettore Messina propone que los jugadores europeos no puedan ir a la NBA antes de los 22 años
del juego a corto y medio plazo. Y hay divergencias. Jota Cuspinera (Montakit Fuenlabrada) cree que “la jugada de bloqueo y continuación (pick and roll) seguirá en auge, porque es la forma más rápida de crear una ventaja”, pero Joan Peñarroya sostiene que “en la NBA ya no sirve de nada, porque los jugadores son cada vez más físicos y más polivalentes”. Y Salva Maldonado (Movistar Estudiantes) apunta que “la NBA marca tendencia, sobre todo los que ganan; el juego es más abierto, con muchos tiros de tres puntos, y los equipos que más triples encajan son los que peor se clasifican”.