Sanfermines contra las agresiones sexuales
Dos mujeres abren la fiesta en Pamplona, blindada frente al machismo
Femenino y plural. El chupinazo de los Sanfermines descorchó ayer nueve días de pasión, de alegría contenida en la esencia de una ciudad 356 días prudente, hasta que llega el 6 de julio y el tarro estalla en mil pedazos. Entonces llega la fiesta, seis letras que en Pamplona se escriben con mayúsculas, desde ayer y hasta el 14 de este mes, 204 horas con 425 actos en un programa, este año más que nunca, escrito en rojo contra las agresiones sexistas. En la memoria colectiva, la violación múltiple del 7 de julio del 2016. Hoy hace un año que los pamploneses dijeron no, alto y claro. Y en ello siguen, empeñados en devolver a la fiesta la imagen que la hizo mundial, la de las gentes amables que hacen de 24 horas una partitura sin fin.
María Calado y Paula Remírez, voluntarias de la DYA, la asociación de ayuda en carretera con 40 años de andadura en Navarra, fueron las elegidas para abrir las fiestas. La DYA ganó en la votación popular propuesta por el Ayuntamiento entre cuatro candidaturas; y ellas, entre sus compañeros de la base de Pamplona. Administrativa de 40 años una, ingeniera informática de 34, la segunda, representan, sin duda, una de las diversas aristas de la mujer en la fiesta. Atienden de manera
UN AÑO DESPUÉS Tras la violación múltiple a una joven, los pamploneses gritan “no al sexismo”
CONTRA EL ESTIGMA La ciudad está empeñada en devolver la imagen de la fiesta que la ha hecho mundial
desinteresada a los heridos en el encierro, a los del chupinazo, o a quienes sufren cualquier agresión. El proyecto de fin de carrera de Paula fue una aplicación que ayudó a mejorar el dispositivo de atención a los heridos.
Ellas viven los Sanfermines de cerca, los disfrutan de día, ayudan de madrugada. Paula lleva 15 años de voluntaria, desde que acabó el bachillerato. María 20. Media vida. Las dos lucen la mano roja, símbolo con el que Pamplona dijo “basta” cuando las imágenes, excesivas a buen seguro, pasearon en la última década por el mundo una idea de los Sanfermines del todo vale, de barra libre. Los objetivos se detuvieron en los pechos al aire del chupinazo, en las manos que se deslizaban sin respeto y tal vez demasiados interpretaron que en Pamplona no hay ley y que cualquier desalmado podría salir por la puerta grande, arrebujado tras la cortina del exceso de alcohol.
Ahora sí, parece que la conciencia colectiva se ha propuesto acabar con las agresiones, al menos no protegerlas, y camina de la mano de la necesidad institucional de proyectar una imagen positiva de las fiestas. Con este propósito, el alcalde, Joseba Asiron (Bildu), se reunió en Madrid con periodistas de 60 medios de comunicación. Y como si fuera cirugía fina han elaborado un decálogo de recomendaciones para informar sobre casos de agresiones sexistas,
LA MANO ROJA, UNA MÁS La conciencia colectiva se impone: hay que acabar con las agresiones
TODOS A UNA Miles de pins, carteles, pegatinas y servilletas llevan mensajes contra las agresiones sexistas
en colaboración con periodistas. Quieren evitar los procesos de “revictimización” como el que, entienden, se produjo tras la agresión sexual del año pasado.
En este contexto la ciudad se ha querido blindar contra esos ataques sexistas. La mano roja es una más en la fiesta. Aparece en forma de figura escultórica en la conocida como plaza de los Txistus, en la avenida Carlos III y en el paseo de Sarasate, tres de los puntos más concurridos; se repartirán estos días 26.000 pins; se suman 20.000 pegatinas, 360.000 servilletas y 200 carteles; los llevarán 220 taxis, autobuses de la flota urbana y sus 400 conductores; y hasta 60 vehículos de recogida de residuos. Todos los paneles de tráfico de las entradas a Pamplona muestran del mismo modo mensajes contra las agresiones, igual que las 22.000 guías en cuatro idiomas: castellano, euskera, francés e inglés.
Casi 7.500 personas pasaron por los puntos de información contra agresiones sexistas que se abren en la plaza del Castillo, el corazón mismo de la fiesta. Pero todo parece necesario en la plaza del Ayuntamiento, la del chupinazo, en esa que dicen caben 12.500 personas y parece de goma cuando la multitud salta sin remedio. Allí estaban, ayer, a pocos minutos de las doce, tres amigas dispuestas a exprimir horas de fiesta. Apenas han oído hablar de protocolos, ni de prevención. Nunca han tenido problemas, aseveraban Rosy Vieira, Adriana Franza y Vanessa Vallecillo, entre 23 y 39 años. “Venimos sólo al chupinazo, de Logroño y de Zaragoza, y sólo pensamos en pasarlo bien”.