De incendios y bomberos
SE cuenta del escritor Malcolm Lowry que su desmedida afición por la ginebra le llevó a provocar varios incendios en las casas donde residió en México. Cuando fue deportado desde ese país a la Columbia Británica, se fue a vivir a una choza junto al mar con su segunda esposa, Margerie, que consiguió que no bebiera pero no logró que continuara provocando incendios, hasta el punto de que ella salvó milagrosamente el original de Bajo
el volcán, que no era la primera vez que redactaba de nuevo a causa de sus accidentes domésticos.
Quien no ha querido quemarse, ni que le incendiaran su carrera los periódicos, es José Manuel Maza, fiscal general del Estado, después del fracaso que supuso el nombramiento de Manuel Moix al frente de la Fiscalía Anticorrupción. No fue una buena elección, aunque el PP lo vio con buenos ojos, sobre todo porque parecía que su intención era pasar de puntillas por los casos de corrupción abiertos al partido en el Gobierno. Cuando sus actuaciones amenazaban con una rebelión de la oposición, se conoció que era propietario de un chalet familiar a nombre de una sociedad establecida en Panamá y ante un asunto tan turbio tuvo que dejar el cargo. El nuevo fiscal Anticorrupción es un jurista fuera de cualquier duda. Alejandro Luzón es un personaje respetado, de larga trayectoria, al que le ha correspondido dar respuesta a asuntos tan diversos como los casos Roldán o Bankia, los fondos reservados o las tarjetas black. No es precisamente un hombre blando, ni amante de las componendas. Y el PP lo sabe, aunque por sus manos pasarán asuntos que los señalan, pero los tiempos son casi tan complejos como las mayorías parlamentarias, así que habrá que pechar con personajes como él que tienen agenda propia. Y a quienes les gusta controlar directamente los asuntos que les competen. No habrá incendios, pero como le pasó a Lowry, deberá estar atento a que no arda su biografía.