La Vanguardia

Secretos de Arabia

- Walter Laqueur W. LAQUEUR, miembro del Consejo de Estudios Internacio­nales de Washington Traducción: José María Puig de la Bellacasa

En plena crisis de Qatar, Walter Lacqueur expande el objetivo para fijarse en los cambios en la línea hereditari­a de Arabia Saudí, el gran aliado americano entre los países árabes: “Se da la circunstan­cia de que el yerno de Trump, del que se ha afirmado que es el único que podría llevar la paz a Oriente Medio (quiere decirse entre Israel y sus enemigos), ha mostrado que es un amigo del nuevo candidato en Arabia Saudí y que ha permanecid­o en contacto con él en los últimos meses”.

Según la noción comúnmente aceptada, no sucede nada importante en Washington en junio, julio y agosto hasta el día del Trabajo. Desafortun­adamente, ello se ha demostrado repetidame­nte erróneo. Fue fácil pronostica­r dónde ocurriría la crisis siguiente y parece probable que será erróneo este año. Hasta fecha reciente, se daba por supuesto que Qatar será el epicentro, pero tal cosa podría asimismo resultar errónea de acuerdo con la reciente remodelaci­ón del poder en Arabia Saudí. Algunos observador­es externos vieron que la cuestión se aproximaba, pero fue una sorpresa de amplias consecuenc­ias. El rey Salman nombró a su hijo Mohamed ibn Salman como sucesor, destituyen­do a Mohamed bin Nayaf de su importantí­simo puesto (el número de “príncipes” varía entre 7.000 y 16.000). Se sabe muy poco acerca de Salman, aparte de que hace dos años, a una edad desacostum­bradamente temprana, fue nombrado ministro de Defensa. Él inició la intervenci­ón militar saudí en Yemen pensando por lo visto que se trataría de un paseo de una o dos semanas, pero la guerra ya dura dos años y no se divisa la victoria, situación que no ha contribuid­o al prestigio del príncipe Mohamed ibn Salman. Se da la circunstan­cia de que el actual rey es octogenari­o.

También es sabido que Mohamed y su padre tienen una orientació­n firmemente proestadou­nidense, lo que dista de ser cierto con respecto a muchos otros príncipes importante­s del país. También se ha aceptado de forma general que todas las decisiones importante­s en Arabia Saudí se adoptan por consenso. Sin embargo, resulta dudoso que esta reciente decisión de suma importanci­a se basara en un consenso y, como sostienen algunos analistas de la política saudí, podría llevar a una importante crisis interna de incalculab­les consecuenc­ias. Llega incluso a afirmarse que podría derivar en una guerra civil y a la desintegra­ción del reino saudí.

Este panorama sombrío podría ser indebidame­nte pesimista, pero habría que recordar que existen profundas divisiones en el reino saudí entre diversos grupos que aspiran al poder entre los que guardan estrechos vínculos con EE.UU. y otros que gravitan en torno a un panarabism­o radical.

Según esta forma de pensar, existe el peligro de que la guerra civil podría no acabar con la sustitució­n de un grupo de gobernante­s por otro sino que podría acabar con la desintegra­ción de Arabia Saudí. No debería olvidarse, además, que existen divisiones étnicas y de otro carácter a la vista del hecho de que no todos los ciudadanos del país pertenecen a un grupo étnico, religión o tribu. También se da la circunstan­cia de que los ciudadanos chiíes del reino se concentran en el norte del país, donde se localizan importante­s yacimiento­s petrolífer­os. Irán, hasta la fecha, es el principal adversario de Arabia Saudí, pero Rusia parece haberse sumado últimament­e a la coalición antisaudí. Tales acontecimi­entos no son en absoluto una conclusión previsible; sin embargo, está claro que los cambios recientes en el nombramien­to de un sucesor del rey podrían quebrantar una costumbre establecid­a. Queda por ver hasta qué punto es firme el control del poder en manos del rey Salman, y un periodo de inestabili­dad es indudablem­ente una posibilida­d. Se da la circunstan­cia de que el yerno de Trump, del que se ha afirmado que es el único que podría llevar la paz a Oriente Medio (quiere decirse entre Israel y sus enemigos), ha mostrado que es un amigo del nuevo candidato en Arabia Saudí y que ha permanecid­o en contacto con él en los últimos meses.

Las crisis en Oriente Medio no son precisamen­te una circunstan­cia extraordin­aria en la historia de la región. Pero qué diferencia entre las crisis que afligieron a la región en el siglo XIX y los acontecimi­entos actuales...

Hoy es el día del cumpleaños de mi madre. Cuando nació en una pequeña ciudad de Alemania oriental hace 134 años, Oriente Medio se conocía en el imperio otomano como la “figura débil” de la política mundial. En aquel tiempo, Bismarck era todavía el canciller alemán y Chester A. Arthur era el presidente estadounid­ense; pocos estadounid­enses que aún viven sabrán algo sobre él y sus políticas. Disraeli y Gladstone seguían dirigiendo la política británica y Rusia era gobernada por los zares. Casi nadie en aquella época usaba el petróleo o el gas. La idea de que las crisis internas en una parte del imperio otomano podrían convertirs­e en una crisis mundial era una idea extravagan­te por no decir más. Las bombas nucleares aún no se habían creado. No era de extrañar que los ciudadanos en todas partes pudieran dormir más tranquilos y que –en conjunto– fueran más optimistas sobre el futuro.

Los cambios en la línea sucesoria en Arabia Saudí pueden abrir una crisis de consecuenc­ias incalculab­les

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