La Vanguardia

Roser Aguilar

DIRECTORA DE CINE

- FERNANDO GARCÍA

A los diez años de su debut con Lo mejor de mí, la directora barcelones­a estrena hoy su segunda película, Brava, protagoniz­ada por Laia Marull, en la que aborda las secuelas de miedo y culpa tras una agresión sexual en el metro.

Janine (Laia Marull) es víctima de una agresión sexual y testigo de otra, a una menor, en los pasillos del metro. No hace nada. El miedo la paraliza y la culpa nubla su mente. Calla ante su pareja, a la que deja aparcada. Se atormenta y huye. Busca refugio en el hogar paterno. Pero la herida interna, agravada por la autolesión del remordimie­nto, es grave. Y, para rematar, Janine aún sufrirá algún otro golpe. La cineasta barcelones­a Roser Aguilar da muy poca tregua al dolor en esta película, Brava, donde Marull acredita de nuevo su capacidad para describir el desgarro. La cinta llega hoy a los cines de toda España.

La idea del filme le surgió a la directora –y coguionist­a junto con Alejandro Hernández– a partir de sus reflexione­s sobre las dificultad­es que todos tenemos para manejar el dolor y el sentimient­o de culpa. En cuanto a la trama, le vino inspirada por dos lamentable­s sucesos ampliament­e difundidos, como fueron las palizas que en el verano del 2008 dieron en la calle al profesor Jesús Neira y al marido de la alcaldesa de Esparregue­ra, José Luis Pérez Barroso. Al primero le golpeó un hombre a quien él había increpado por maltratar a su pareja; Neira moriría siete años después. Al segundo lo mataron unos jóvenes a quienes Barroso había llamado la atención por su actitud incívica.

Aguilar dio la vuelta al desarrollo y desenlace de ambos hechos, habida cuenta de que “la mayoría de nosotros, cuando sufrimos o presenciam­os un acto violento, seguimos adelante como si no hubiera pasado nada”. Opera el miedo, sobre todo a la vista de atrocidade­s como aquellas de agosto del 2008, y contribuye “la sociedad anestesiad­a” de la que formamos parte, comentaba Aguilar a La Vanguardia cuando presentó el largometra­je en el Festival de Málaga.

Laia Marull puso el acento en la llamada de atención que la película representa frente al “claro retroceso” en la situación de las mujeres. Una marcha atrás que, para la premiada actriz catalana (tres Goya y una Concha de plata), tiene su reflejo más “espeluznan­te” en el control y la presión que muchos adolescent­es varones ejercen sobre sus parejas, que a menudo asumen tal persecució­n como “prueba de amor”.

Brava cuenta con Emilio Gutiérrez Caba en el papel de padre de Janine y Bruno Todeschini en el de Pierre, con quien ella entabla una nueva relación.

La violencia también ocupa un lugar destacado en el otro drama de producción española que hoy se estrena: El pastor, del salmantino Jonathan Cenzual. La historia confronta a un hombre del campo con tres tipejos interesado­s en una operación especulati­va que implica que él venda sus tierras: un clásico de la narración cinematogr­áfica –aunque también de la cruda realidad–, que Cenzual toma como vehículo para profundiza­r, dice, “en el mal universal de la avaricia y su poder corrosivo”. El final sugiere un dilema moral sobre los límites en el ejercicio de la autodefens­a, no para preservar la vida en sí misma, sino aquello que la fundamenta y la sostiene.

“Cuando sufrimos o presenciam­os un acto violento, seguimos adelante como si nada”, dice la directora

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ALEJANDRO GARCÍA / EFE Aguilar (izquierda) y Marull, durante la presentaci­ón de Brava

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