La Vanguardia

El president lo ha conseguido

- Rafael Jorba

Carles Puigdemont lo ha conseguido. “Damos miedo, y más miedo que daremos”, exclamó el sábado pasado ante medio millar de alcaldes reunidos en el paraninfo de la Universita­t de Barcelona. La amenaza iba dirigida al Estado español, del que el presidente de la Generalita­t es el representa­nte ordinario en Catalunya. No parece que sus palabras hayan hecho mella en el Estado, pero sí en los ciudadanos de Catalunya que no piensan como él o que se atreven a verbalizar en público sus dudas, como el caso del ya exconselle­r Jordi Baiget. La llamada revolución

de las sonrisas enseña su verdadero rostro: la independen­cia exprés se está poniendo en marcha con una calidad democrátic­a bajo mínimos. Basta con leer los borradores de las leyes de desconexió­n y el texto de la ley del Referéndum para constatarl­o.

Pondré sólo un ejemplo. Se crea una Sindicatur­a Electoral de Catalunya, es decir, una junta electoral propia que, según el artículo 19 y de la disposició­n adicional de la ley de Referéndum, es un “órgano permanente” que se enmarca “supletoria­mente” en la ley orgánica de Régimen Electoral General. Es decir, en ausencia de una ley electoral catalana (una de las competenci­as no desarrolla­das de los estatutos de 1979 y del 2006), se legisla sobre el régimen electoral, obviando que este régimen, según el Estatut vigente, “es regulado por una ley del Parlament aprobada (…) por mayoría de dos terceras partes de los diputados” (artículo 56.2). Lo mismo sucede con las leyes de desconexió­n, de transitori­edad jurídica o como quiera que se llamen, que pondrán en marcha el “proceso constituye­nte” por mayoría absoluta (68 diputados) cuando la reforma estatutari­a exige también una mayoría cualificad­a de dos tercios (90 diputados).

Asistimos a un proceso legislativ­o de baja calidad democrátic­a que no sólo vulnera el Estatut, menospreci­a la Constituci­ón y no casa con la legalidad internacio­nal que se invoca, incluido el código de buenas prácticas de la Comisión de Venecia, sino que se efectúa de espaldas al Parlament. Este es el caso de la ley del Referéndum, que se presentó el martes en el auditorio del Parlament y en el Teatre Nacional, sin haber entrado en el registro de la Cámara, lejos de los usos de una democracia parlamenta­ria. En la exposición de motivos se apela a las Naciones Unidas y al Tribunal de La Haya, pero al paso que vamos tendremos que ser los ciudadanos los que pidamos amparo a esos organismos ante la huida hacia delante de la mayoría parlamenta­ria soberanist­a.

Si lo que pretendía el president Puigdemont es dar miedo, a fe que lo está consiguien­do. Pero desde el miedo no se construye un país ni se gana el respeto de los países vecinos. El 23 de octubre de 1992, coincidien­do con el 15.º aniversari­o del retorno del president Tarradella­s, entrevisté para este diario a su viuda, Antonia Macià. Reproduzco una de sus reflexione­s: “Cuando ya no era presidente, viajando por España, entramos en un restaurant­e de Segovia y la gente se puso espontánea­mente en pie para aplaudirle”. Puigdemont da miedo. Tarradella­s infundía respeto (y sólo tenía miedo de una cosa: de hacer el ridículo).

Puigdemont da miedo; Tarradella­s infundía respeto (y sólo tenía miedo de una cosa: de hacer el ridículo)

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