La Vanguardia

Impuestos y techo de gasto

- Josep Oliver Alonso

Aunque hace poco se aprobaron los presupuest­os generales del Estado para el 2017, ya emergen los primeros choques sobre las cuentas para el 2018. Porque, ya se sabe, en lo tocante a impuestos, ningún gobierno que se precie llega a una contienda electoral sin rebajarlos. De ahí la posición de Ciudadanos erigiéndos­e hoy y aquí en defensor del contribuye­nte.

Pero ¿puede reducirse otra vez la carga fiscal directa sobre las familias? Ya lo hizo Cristóbal Montoro en el 2015 y el 2016, justo antes de abordar las elecciones de diciembre del 2015, al igual que sus antecesore­s Rodrigo Rato (2003) y Pedro Solbes (2007), también en periodos preelector­ales. Poderse, sí se puede. Pero hay que matizar, porque los ingresos definen el nivel y la calidad de los servicios públicos.

En lo tocante a impuestos y otras rentas públicas, no tenemos una situación encomiable: el 37,4% que representa­n sobre el producto interior bruto (PIB) español del 2016 continúa tozudament­e por debajo la media de la eurozona (44,4%) y, con relación a la UE-28, está sólo por encima de Irlanda, Letonia, Lituania, Bulgaria y Rumanía. ¡Vaya pelotón! Es decir. No tenemos un exceso de ingresos públicos. Lo que sí hay es una distribuci­ón desigual de su carga, que castiga más a las rentas medias y bajas.

Con estos guarismos, no ha de sorprender que el 42,2% de gasto público en el 2016 se sitúe también lejos del 48% medio de la eurozona o del 47% de la UE-28. En suma, en lo tocante a la financiaci­ón de los servicios públicos, estamos muy lejos de lo que el país precisa.

Por ello, no puede discutirse el techo de gasto sin hablar de ingresos. Ahí Montoro hace trampas: primero rebajó la imposición directa en el 2015 y el 2016 y ahora hay que ajustarse a los nuevos requisitos de déficit de la Comisión Europea (del -4,5% del 2016 al -0,5% en el 2020). Y dado que el Gobierno ha acordado, con el beneplácit­o de Bruselas, que los ingresos sólo aumenten marginalme­nte entre el 2016 y el 2020 (del 37,9% al 38,7% del PIB) la suerte está echada: la contracció­n del déficit recaerá, en su práctica totalidad, en la reducción relativa del gasto público (del 42,4% al 39,2% del PIB entre el 2016 y el 2020). De ahí la propuesta de aumento de su techo para el año 2018 sólo en un 1,3%.

Los liberales de Ciudadanos y del PP no son distintos. Su DNA, su consigna, es la reducción de impuestos. Lo que les separa es el momento, electoral se entiende, más adecuado para rebajarlos. ¿Y el gasto? ¡Ay el gasto! Este viene dado por añadidura, porque el déficit nos lo fija Bruselas. Y, con la excusa de Pierre Moscovici, se cierra el círculo: no hay más remedio que continuar con los ajustes. ¡Viva la reducción de impuestos!

La nueva rebaja de impuestos pactada por PP y Ciudadanos implica más contracció­n del gasto social

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